Antiguo y NuevoMuestra

Ahora, el Señor tiene su morada en usted

¿Las historias de la gloria visible del Señor le producen nostalgia y melancolía, le hacen añorar los viejos buenos tiempos? ¿Se esfuerza por seguir adelante por fe y no por vista? ¿Anhela tener una evidencia más empírica de la existencia de Dios y de su amor? ¿Les hace eco a los cantos cristianos que le imploran: "Señor, muéstrame tu gloria"?

Los creyentes en el Señor Jesús han sido honrados por Dios, que los designó como sus templos vivos. Cuando una persona llega a la fe, el Espíritu Santo va a vivir en ella. Usted no tiene que hacer un peregrinaje al templo, usted es templo de Dios. “Acercándoos a él, piedra viva, desechada ciertamente por los hombres, pero para Dios escogida y preciosa, vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo” (1 Pedro 2:4,5).

Usted no tiene que envidiar a los creyentes del Antiguo Testamento porque podían ver más; ellos tuvieron que vivir con base en las promesas. Usted es bendecido porque ha escuchado las historias de las promesas cumplidas y de los planes terminados. Dios ya no necesita un templo en Jerusalén en donde vivir. Los creyentes son sus templos, lugares de culto y lugares de fortaleza espiritual, porque ahora llevan el Espíritu donde quiera que vayan.

Esa verdad es una atemorizante responsabilidad y un inmenso privilegio: con nuestras palabras y testimonio podemos ser el lugar donde algunas personas encuentren a Dios por primera vez.