El Señor reprueba las balanzas falsas y aprueba las pesas exactas. El orgullo acarrea deshonra; la sabiduría está con los humildes. A los hombres rectos los guía su rectitud; a los hombres falsos los destruye su falsedad. De nada servirán las riquezas el día del juicio, pero la justicia libra de la muerte. La justicia endereza el camino del justo, pero el malvado cae por su propia maldad. La justicia libera a los hombres rectos, pero la codicia aprisiona a los traidores. Cuando el malvado muere, mueren con él sus esperanzas e ilusiones. Dios libra de la angustia al justo, y en su lugar pone al malvado. Las palabras del malvado destruyen a sus semejantes, pero la inteligencia del justo los salva. Cuando los justos prosperan, la ciudad se alegra; cuando los malvados mueren, salta de alegría. Con la bendición de los justos se construye una ciudad, pero las palabras de los malvados la destruyen. El imprudente habla mal de su amigo; el prudente guarda silencio. El chismoso todo lo cuenta; la persona digna de confianza guarda el secreto. Si no hay buen gobierno, la nación fracasa; el triunfo depende de los muchos consejeros. Mal resulta salir fiador de un extraño; el que evita dar fianzas vive tranquilo. La mujer agraciada recibe honores, y el hombre audaz obtiene riquezas.
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