¡ P erdió el oro su brillo! ¡Quedó totalmente empañado! ¡Por las esquinas de las calles quedaron regadas las joyas del templo! ¡ O ro puro! Así se valoraba a los habitantes de Jerusalén, ¡pero ahora no valen más que simples ollas de barro! B ondadosas se muestran las lobas cuando alimentan a sus cachorros, pero las crueles madres israelitas abandonan a sus hijos. R eclaman pan nuestros niños, pero nadie les da nada. La lengua se les pega al paladar, y casi se mueren de sed. E n las calles se mueren de hambre los que antes comían manjares; entre la basura se revuelcan los que antes vestían con elegancia. C ayó Jerusalén, pues ha pecado más de lo que pecó Sodoma. ¡De pronto se vino abajo y nadie pudo ayudarla!
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