¡Cómo ha perdido el oro su brillo! ¡Se ha empañado el oro fino! ¡Regadas por las esquinas de las calles se han quedado las joyas sagradas! A los valiosos hijos de Sión, que antes valían su peso en oro, hoy se les ve como vasijas de barro, como la obra de un alfarero. Hasta los chacales ofrecen el pecho y dan leche a sus cachorros, pero mi pueblo ya no tiene sentimientos; ¡es como los avestruces del desierto! Tanta es la sed que tienen los niños que la lengua se les pega al paladar. Piden pan los pequeñuelos, pero nadie se lo da. Quienes antes comían los más ricos manjares hoy desfallecen de hambre por las calles. Quienes antes se vestían de fina lana color púrpura hoy se revuelcan en medio de la basura. Más grande que los pecados de Sodoma es la iniquidad de mi pueblo; ¡fue derribada en un instante y nadie tendió la mano para ayudarla!
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