¡Ay, todos pasamos como una sombra! ¡Ay, de nada nos sirve tratar de enriquecernos, pues nadie sabe para quién trabaja! »Señor, ¿qué puedo esperar, si en ti he puesto mi esperanza? ¡Líbrame de todos mis pecados! ¡No permitas que los necios se burlen de mí!» Y volví a guardar silencio. No abrí la boca, porque tú eres quien actúa. ¡Deja ya de hostilizarme, pues tus golpes están acabando conmigo! Tú nos corriges al castigar nuestros pecados, pero destruyes, como polilla, lo que más amamos. ¡Ay, solo un soplo somos los mortales!
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