Señor, no me reprendas en tu enojo; ¡no me castigues en tu ira! Tus flechas se han clavado en mí; ¡sobre mí has dejado caer tu mano! Por causa de tu enojo, nada sano hay en mi cuerpo; por causa de mi maldad, no hay paz en mis huesos. Mi pecado pesa sobre mi cabeza; ¡es una carga que ya no puedo soportar! Por causa de mi locura, mis heridas supuran y apestan. Estoy abrumado, totalmente abatido; ¡todo el tiempo ando afligido! La espalda me arde sin cesar; ¡no hay nada sano en todo mi cuerpo! Me siento débil y en gran manera agobiado; ¡mis quejas son las de un corazón atribulado! Señor, tú conoces todos mis deseos; mis anhelos no te son ocultos. Mi corazón se agita, me faltan fuerzas, y hasta mis ojos se van apagando. Mis mejores amigos se alejan de mis males; ¡hasta mis parientes se apartan de mí! Hay quienes conspiran contra mi vida; buscan mi mal y tratan de arruinarme. ¡Todo el tiempo hacen planes contra mí!
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