Algunos de la multitud, al oír estas palabras, decían: «En verdad, este es el profeta.» Otros decían: «Este es el Cristo.» Pero algunos otros decían: «¿Y de Galilea habría de venir el Cristo? ¿Acaso no dice la Escritura que el Cristo será descendiente de David, y que vendrá de la aldea de Belén, de donde era David?» Y por causa de él hubo disensión entre la gente. Algunos de ellos querían aprehenderlo; pero ninguno le puso la mano encima. Los guardias fueron adonde estaban los principales sacerdotes y los fariseos, y estos les dijeron: «¿Por qué no lo han traído?» Los guardias respondieron: «¡Nunca antes alguien ha hablado como este hombre!» Pero los fariseos les respondieron: «¿También ustedes han sido engañados? ¿Acaso ha creído en él alguno de los gobernantes, o de los fariseos? Pero esta gente, que no conoce la ley, está bajo maldición.» Nicodemo, que había ido a hablar con Jesús de noche y era uno de ellos, les dijo: «¿Acaso nuestra ley juzga a un hombre sin antes oírlo y sin saber lo que ha hecho?» Los fariseos le respondieron: «¿Qué, también tú eres galileo? Escudriña y verás que de Galilea nunca ha surgido un profeta.»
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