¡Canten al Señor todos en la tierra!
¡Anuncien su salvación todos los días!
¡Canten entre los pueblos su gloria!
¡Anuncien entre los pueblos sus maravillas!
El Señor es grande, y digno de alabanza;
¡es temible, más que todos los dioses!
Todos los dioses de los pueblos son ídolos,
pero el Señor es quien creó los cielos.
En su presencia hay alabanza y magnificencia;
en su santuario hay poder y gloria.
Ustedes, familias de los pueblos,
¡tributen al Señor la gloria y el poder!
¡Tributen al Señor la honra que merece su nombre!
¡Traigan sus ofrendas, y vengan a su presencia!
¡Adoren al Señor en la hermosura de la santidad!
¡Tiemblen ante él todos en la tierra!
El Señor afirmó el mundo, y no será conmovido.
¡Que se alegren los cielos y se regocije la tierra!
Digan entre las naciones: «¡El Señor es rey!»
¡Que brame el mar y todo lo que contiene!
¡Que se alegre el campo y todo lo que hay en él!
¡Que todos los árboles del bosque rebosen de gozo
delante del Señor, que viene a juzgar la tierra!
¡Aclamen al Señor, porque él es bueno;
porque su misericordia es eterna!
Digan: «¡Sálvanos, Dios de nuestra salvación!
¡Vuelve a reunirnos, y líbranos de las naciones!
¡Así alabaremos tu santo nombre
y nos alegraremos con tus alabanzas!»
¡Bendito sea el Señor y Dios de Israel,
desde la eternidad y hasta la eternidad!
Y todo el pueblo dijo «Amén», y alabó al Señor.
David dejó a Asaf y a sus parientes delante del arca del pacto del Señor, para que ministraran todo el tiempo delante del arca, cada cosa en su día.
Al cuidado del arca puso a Obed Edom y a sus sesenta y ocho parientes, y también a Obed Edom hijo de Jedutún y a Josá.
Al sacerdote Sadoc y a sus parientes los sacerdotes los puso delante del tabernáculo del Señor, en el lugar alto que estaba en Gabaón,
para que todos los días, a mañana y tarde, ofrecieran sacrificios y holocaustos al Señor en el altar del holocausto, conforme a todo lo que está escrito en la ley que el Señor prescribió a Israel.
Con ellos puso a Hemán y Jedutún y a los otros escogidos por nombre, para que glorificaran al Señor, cuya misericordia es eterna.
Para alabar a Dios, Hemán y Jedutún tocaban las trompetas y los címbalos y otros instrumentos musicales. Los hijos de Jedutún vigilaban la entrada.
Después de esto, todo el pueblo se fue a su casa, y también David se fue a bendecir su propia casa.