Estas son las últimas palabras de David: «David, hijo de Isaí; David, el hombre que fue elevado tan alto; David, el hombre ungido por el Dios de Jacob; David, el dulce salmista de Israel, declara: »El Espíritu del SEÑOR habla por medio de mí; sus palabras están en mi lengua. El Dios de Israel habló, la Roca de Israel me dijo: “El que gobierna con justicia y gobierna en el temor de Dios es como la luz de la mañana al amanecer, como una mañana sin nubes, como el brillar del sol sobre la hierba nueva después de la lluvia”. »¿Acaso no es a mi familia que Dios ha elegido? Sí, ha hecho un pacto eterno conmigo. Su pacto está arreglado y asegurado hasta el último detalle; él garantizará mi seguridad y mi éxito. Pero los que no conocen a Dios son como espinos que se desechan, porque desgarran la mano que los toca. Se deben usar herramientas de hierro para cortarlos; serán completamente consumidos por fuego».
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David fue un hombre con virtudes y defectos. El dulce cantor de Israel, conforme al corazón de Dios, quien guío y apacentó a Su pueblo, pero también fue un adúltero y homicida. Se arrepintió, Dios lo perdonó y restauró, no obstante sufrió las consecuencias de su pecado. Así como David, nosotros somos seres humanos, falibles y frágiles, y Dios también nos quiere y nos puede usar para Sus propósitos.
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