Dios eligió a David, el gran poeta de Israel, y le dio el lugar más importante. Lo que sigue fueron las últimas palabras de David: «Estas palabras no son mías; son palabras del espíritu de Dios, que habla por medio de mí. Y esto es lo que me dijo el Dios que ayuda a Israel: “El rey que me toma en cuenta en todo lo que hace, y es justo con su pueblo, es como la luz de la mañana y como el sol después de la tormenta: le hace bien a la tierra, y hace crecer la hierba”. »Dios hizo un pacto conmigo; un pacto seguro y bien hecho que durará para siempre. Por eso mi familia siempre estará segura, y Dios cumplirá todos mis deseos. »La gente malvada es como los espinos, que nadie se atreve a tocarlos. Más bien, se arrojan al fuego, como si fueran basura, hasta quemarlos por completo. ¡Nadie jamás vuelve a recogerlos!»
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