Entonces Saúl movilizó a su ejército en Telaim. Eran doscientos mil soldados de Israel y diez mil hombres de Judá. Después Saúl y su ejército fueron a una ciudad de los amalecitas y se pusieron al acecho en el valle. Saúl envió esta advertencia a los ceneos: «Apártense de donde viven los amalecitas o morirán junto con ellos. Pues ustedes fueron bondadosos con el pueblo de Israel cuando salió de Egipto». Así que los ceneos empacaron sus cosas y se fueron.
Luego Saúl mató a los amalecitas desde Havila hasta llegar a Shur, al oriente de Egipto. Capturó a Agag, el rey amalecita, pero destruyó por completo a todos los demás. Saúl y sus hombres le perdonaron la vida a Agag y se quedaron con lo mejor de las ovejas y las cabras, del ganado, de los becerros gordos y de los corderos; de hecho, con todo lo que les atrajo. Solo destruyeron lo que no tenía valor o que era de mala calidad.
SEÑOR
Luego el SEÑOR le dijo a Samuel: «Lamento haber hecho a Saúl rey, porque no me ha sido leal y se ha negado a obedecer mi mandato». Al oírlo, Samuel se conmovió tanto que clamó al SEÑOR durante toda la noche.
Temprano a la mañana siguiente Samuel fue a buscar a Saúl. Alguien le dijo: «Saúl fue a la ciudad de Carmelo a levantar un monumento en su propio honor y después continuó a Gilgal».
Cuando por fin Samuel lo encontró, Saúl lo saludó con alegría.
—Que el SEÑOR te bendiga —le dijo—. Llevé a cabo el mandato del SEÑOR.
—Entonces, ¿qué es todo ese balido de ovejas y cabras, y ese mugido de ganado que oigo? —le preguntó Samuel.
—Es cierto que los soldados dejaron con vida lo mejor de las ovejas, las cabras y el ganado —admitió Saúl—, pero van a sacrificarlos al SEÑOR tu Dios. Hemos destruido todo lo demás.
Entonces Samuel le dijo a Saúl:
—¡Basta! ¡Escucha lo que el SEÑOR me dijo anoche!
—¿Qué te dijo? —preguntó Saúl.
Y Samuel le dijo:
—Aunque te tengas en poca estima, ¿acaso no eres el líder de las tribus de Israel? El SEÑOR te ungió como rey de Israel, te envió en una misión y te dijo: “Ve y destruye por completo a los pecadores —a los amalecitas— hasta que todos estén muertos”. ¿Por qué no obedeciste al SEÑOR? ¿Por qué te apuraste a tomar del botín y a hacer lo que es malo a los ojos del SEÑOR?
—¡Pero yo sí obedecí al SEÑOR! —insistió Saúl—. ¡Cumplí la misión que él me encargó! Traje al rey Agag, pero destruí a todos los demás. Entonces mis tropas llevaron lo mejor de las ovejas, de las cabras, del ganado y del botín para sacrificarlos al SEÑOR tu Dios en Gilgal.
Pero Samuel respondió:
—¿Qué es lo que más le agrada al SEÑOR:
tus ofrendas quemadas y sacrificios,
o que obedezcas a su voz?
¡Escucha! La obediencia es mejor que el sacrificio,
y la sumisión es mejor que ofrecer la grasa de carneros.
La rebelión es tan pecaminosa como la hechicería,
y la terquedad, tan mala como rendir culto a ídolos.
Así que, por cuanto has rechazado el mandato del SEÑOR,
él te ha rechazado como rey.
Entonces Saúl le confesó a Samuel:
—Es cierto, he pecado. He desobedecido tus instrucciones y el mandato del SEÑOR, porque tuve miedo del pueblo y por eso hice lo que ellos me pidieron. Pero ahora, por favor, perdona mi pecado y regresa conmigo para que pueda adorar al SEÑOR.
Pero Samuel respondió:
—¡No volveré contigo! Ya que tú rechazaste el mandato del SEÑOR, él te ha rechazado como rey de Israel.
Cuando Samuel se dio vuelta para irse, Saúl trató de detenerlo y rasgó el borde de su túnica. Entonces Samuel le dijo:
—Hoy el SEÑOR te ha arrancado el reino de Israel y se lo ha dado a otro: a uno que es mejor que tú. Y aquel que es la Gloria de Israel, no mentirá ni cambiará de parecer porque no es humano para que cambie de parecer.
Entonces Saúl volvió a implorar:
—Sé que he pecado. Pero al menos te ruego que me honres ante los ancianos de mi pueblo y ante Israel al volver conmigo para que adore al SEÑOR tu Dios.
Entonces Samuel por fin accedió y regresó con él, y Saúl adoró al SEÑOR.
Luego Samuel dijo:
—Tráiganme al rey Agag.
Agag llegó lleno de esperanza, porque pensó: «¡Seguramente ya pasó lo peor, y he sido librado de la muerte!». Pero Samuel le dijo:
—Como tu espada ha matado a los hijos de muchas madres, ahora tu madre se quedará sin hijos.
Y Samuel cortó a Agag en pedazos delante del SEÑOR en Gilgal.
Después Samuel fue a su casa en Ramá, y Saúl regresó a su casa en Guibeá de Saúl. Samuel nunca más volvió a ver a Saúl, pero lloraba por él constantemente. Y el SEÑOR se lamentó de haber hecho a Saúl rey de Israel.