1 Samuel 15:4-35
1 Samuel 15:4-35 Nueva Versión Internacional - Español (NVI)
Saúl reunió al ejército y pasó revista en Telayin: eran doscientos mil soldados de infantería más diez mil soldados de Judá. Luego se dirigió a la ciudad de Amalec y tendió una emboscada en el barranco. Los quenitas se apartaron de los amalecitas, pues Saúl les dijo: «¡Váyanse de aquí! Salgan y apártense de los amalecitas. Ustedes fueron bondadosos con todos los israelitas cuando ellos salieron de Egipto. Así que no quiero destruirlos a ustedes junto con ellos». Saúl atacó a los amalecitas desde Javilá hasta Sur, que está cerca de la frontera de Egipto. A Agag, rey de Amalec, lo capturó vivo, pero a todos los habitantes los mató a filo de espada. Además de perdonarle la vida al rey Agag, Saúl y su ejército preservaron las mejores ovejas y vacas, los terneros más gordos y, en fin, todo lo que era de valor. Nada de esto quisieron destruir; solo destruyeron lo que era inútil y lo que no servía. La palabra del SEÑOR vino a Samuel: «Lamento haber hecho rey a Saúl, pues se ha apartado de mí y no ha llevado a cabo mis instrucciones». Tanto se alteró Samuel que pasó la noche clamando al SEÑOR. Por la mañana, muy temprano, se levantó y fue a encontrarse con Saúl, pero dijeron: «Saúl se fue a Carmel y allí se erigió un monumento. Luego dio una vuelta y continuó hacia Guilgal». Cuando Samuel llegó, Saúl dijo: —¡Que el SEÑOR te bendiga! He cumplido las instrucciones del SEÑOR. —Y entonces, ¿qué significan esos balidos de oveja que me parece oír? —reclamó Samuel—. ¿Y cómo es que oigo mugidos de vaca? —Son las que nuestras tropas trajeron del país de Amalec —respondió Saúl—. Dejaron con vida a las mejores ovejas y vacas para ofrecerlas al SEÑOR tu Dios, pero todo lo demás lo destruimos. —¡Basta! —lo interrumpió Samuel—. Voy a comunicarte lo que el SEÑOR me dijo anoche. —Te escucho —respondió Saúl. Entonces Samuel dijo: —¿No es cierto que, aunque te creías poca cosa, has llegado a ser jefe de las tribus de Israel? ¿No fue el SEÑOR quien te ungió como rey de Israel, y te envió a cumplir una misión? Él te dijo: “Ve y destruye a esos pecadores, los amalecitas. Atácalos hasta acabar con ellos”. ¿Por qué, entonces, no obedeciste al SEÑOR? ¿Por qué echaste mano del botín e hiciste lo malo ante los ojos del SEÑOR? —¡Yo sí he obedecido al SEÑOR! —insistió Saúl—. He cumplido la misión que él me encomendó. Traje prisionero a Agag, rey de Amalec, pero destruí a los amalecitas. Y del botín, los soldados tomaron ovejas y vacas, destinadas al exterminio, con el propósito de ofrecerlas en Guilgal al SEÑOR tu Dios. Samuel respondió: «¿Qué agrada más al SEÑOR: que se le ofrezcan holocaustos y sacrificios o que se obedezca lo que él dice? El obedecer vale más que el sacrificio, y prestar atención, más que la grasa de carneros. La rebeldía es tan grave como la adivinación, y la arrogancia, como el pecado de la idolatría. Y como tú has rechazado la palabra del SEÑOR, él te ha rechazado como rey». —¡He pecado! —admitió Saúl—. He desobedecido la orden del SEÑOR y tus instrucciones. Los soldados me intimidaron y les hice caso. Pero te ruego que perdones mi pecado y que regreses conmigo para que yo adore al SEÑOR. —No voy a regresar contigo —respondió Samuel—. Tú has rechazado la palabra del SEÑOR, y él te ha rechazado como rey de Israel. Cuando Samuel se dio vuelta para irse, Saúl le agarró el borde del manto y se lo arrancó. Entonces Samuel dijo: —Hoy mismo el SEÑOR ha arrancado de tus manos el reino de Israel y se lo ha entregado a otro más digno que tú. En verdad, el que es la Gloria de Israel no miente ni cambia de parecer, pues no es hombre para cambiar de opinión. —¡He pecado! —respondió Saúl—. Pero te pido que por ahora me sigas reconociendo ante los jefes de mi pueblo y ante todo Israel. Regresa conmigo para que yo adore al SEÑOR tu Dios. Samuel regresó con él, y Saúl adoró al SEÑOR. Luego dijo Samuel: —Tráiganme a Agag, rey de Amalec. Agag se acercó confiado, pues pensaba: «Sin duda que el trago amargo de la muerte ya pasó». Pero Samuel dijo: —Ya que tu espada dejó a tantas mujeres sin hijos, también sin su hijo se quedará tu madre. Y allí en Guilgal, en presencia del SEÑOR, Samuel descuartizó a Agag. Luego regresó a Ramá, mientras que Saúl se fue a su casa en Guibeá de Saúl. Samuel nunca más volvió a ver a Saúl, aunque hacía duelo por él. Y el SEÑOR lamentaba haber puesto a Saúl como rey de Israel.
1 Samuel 15:4-35 Traducción en Lenguaje Actual (TLA)
Saúl reunió a su ejército en Telaim. Contó a todos sus hombres, y eran doscientos mil soldados de infantería, sin contar a los diez mil hombres de Judá que se le unieron. Se dirigió a la ciudad principal de Amalec para atacarla, y acampó junto a un arroyo. Desde allí les mandó este mensaje a los quenitas: «¡Aléjense de los amalecitas! ¡Salgan de esa ciudad! Cuando nuestro pueblo salió de Egipto, ustedes nos trataron muy bien; por eso no quiero que ustedes mueran junto con los amalecitas». Luego Saúl atacó todo el territorio de Amalec, desde Havilá hasta Sur, que está al este de Egipto. Mató a toda la gente de Amalec, y a todos los animales débiles y de poco valor. Solo dejó vivo al rey Agag y a los mejores animales de los amalecitas. Entonces Dios le dijo a Samuel: «Saúl no me hace caso ni me obedece. ¡Lamento haberlo hecho rey!» Al oír esto, Samuel se preocupó mucho y se pasó toda la noche rogándole a Dios que perdonara a Saúl. Cuando ya estaba amaneciendo, Samuel se levantó y se fue a buscar a Saúl, pero le dijeron que se había ido a Carmel para levantar un monumento en su honor, y que de allí se había ido a Guilgal. Samuel se fue a buscarlo, y cuando lo encontró, Saúl le dijo: —¡Que Dios te bendiga! Ya cumplí con las órdenes de Dios. Samuel le preguntó: —Si en verdad las has cumplido, ¿de quién son esas ovejas y esos toros? Y Saúl le respondió: —Son los mejores animales que los soldados les quitaron a los amalecitas. Los trajeron para presentárselos como ofrenda a nuestro Dios. Todo lo demás lo destruimos. Pero Samuel se enojó y le dijo a Saúl: —¡Silencio! Ahora voy a decirte lo que Dios me dijo anoche. —¿Qué fue lo que te dijo? —preguntó Saúl. Y Samuel le contestó: —Aunque tú mismo reconocías que no valías gran cosa, Dios te hizo rey de Israel. Luego, Dios te ordenó claramente que destruyeras a los amalecitas y todo lo que les pertenecía. ¿Por qué desobedeciste sus órdenes? ¿Por qué te quedaste con lo mejor del ganado de los amalecitas? Y Saúl respondió: —Yo estoy seguro de haber obedecido a Dios. Lo que me ordenó hacer, lo hice. Acabé con todos los amalecitas, y al único que dejé con vida fue al rey Agag. Los soldados, por su parte, trajeron los mejores animales de los amalecitas para sacrificarlos en honor de nuestro Dios. Pero Samuel le dijo: «A Dios le agrada más que lo obedezcan, y no que le traigan ofrendas. Es mejor obedecerlo que ofrecerle los mejores animales. »Rebelarse contra Dios es tan malo como consultar a brujos y a adivinos. No está bien adorar a dioses falsos, ni tampoco desobedecer a Dios. Como tú no quieres nada con él, Dios tampoco quiere nada contigo». Saúl le dijo a Samuel: —Tienes razón. Mi pecado ha sido no obedecer a Dios. Pero es que tuve miedo de los soldados; por eso los dejé hacer lo que querían. ¡Por favor, perdóname y acompáñame a adorar a Dios! Pero Samuel le respondió: —Dios ya no quiere que seas rey, porque no quisiste hacer lo que te mandó. Así que yo no te voy a acompañar. Luego Samuel le dio la espalda a Saúl y empezó a alejarse. Pero Saúl agarró a Samuel por el manto, y de un tirón se lo arrebató. Entonces Samuel le dijo: —Así es como Dios te va a arrebatar el reino de Israel, para dárselo a un israelita mejor que tú. El Dios que le da la victoria a Israel siempre cumple su palabra, no cambia de opinión, como lo hace la gente. Saúl le rogó: —Reconozco mi pecado pero, por favor, ¡trátame como rey delante de los jefes del pueblo y de toda la gente! ¡Ven conmigo y hagamos un culto para adorar a Dios! Samuel aceptó ir con Saúl, y los dos adoraron a Dios. Luego, Samuel ordenó: «¡Tráiganme a Agag, el rey de los amalecitas!» Mientras lo llevaban ante Samuel, Agag pensó que ya no lo iban a matar. Pero Samuel dijo: «Así como muchas mujeres sufrieron cuando mataste a sus hijos, así también va a sufrir tu madre, pues te voy a matar». Y allí mismo en Guilgal, en presencia de Dios, Samuel cortó en pedazos a Agag. Luego Samuel regresó a Ramá, y Saúl se fue a Guibeá, que era donde vivía. Samuel jamás volvió a ver a Saúl, aunque siempre sintió por él una gran tristeza. Y también a Dios le causó pesar el haber puesto a Saúl como rey de Israel.
1 Samuel 15:4-35 Reina Valera Contemporánea (RVC)
Saúl ordenó que el pueblo se reuniera, y en Telayín les pasó revista. Eran doscientos mil soldados de infantería, y diez mil hombres de Judá. Luego fue a la ciudad de Amalec, y puso una emboscada en el valle; pero antes de la batalla mandó que les dijeran a los quenitas: «Ustedes fueron compasivos con los israelitas cuando ellos venían de Egipto, así que apártense de los amalecitas. Huyan, para que no los destruya a ustedes lo mismo que a ellos.» Y los quenitas salieron de la ciudad de los amalecitas. Entonces Saúl lanzó todo su ejército sobre los amalecitas, y los derrotó; los persiguió desde Javilá hasta Shur, al oriente de Egipto, y mató a filo de espada a todo el pueblo, aunque dejó con vida a Agag, el rey de Amalec. Además de perdonar a Agag, Saúl y su gente también se quedaron con lo mejor de sus animales: ovejas, toros, becerros engordados y carneros; lo de poco valor lo destruyeron. Pero el Señor le dijo a Samuel: «Estoy muy disgustado por haber hecho rey de Israel a Saúl, pues se ha apartado de mí y no ha cumplido con lo que le ordené hacer.» Cuando Samuel oyó esto, se llenó de pesar, y toda esa noche le estuvo rogando al Señor por Saúl. Al amanecer, se levantó y fue a buscar a Saúl, y le avisaron que había estado en Carmel, donde había levantado un monumento, pero que había regresado a Gilgal. Cuando Samuel llegó a donde estaba Saúl, este le dijo: «¡Que el Señor te bendiga! Ya cumplí con lo que el Señor me ordenó hacer.» Pero Samuel le respondió: «Entonces, ¿qué son esos balidos de ovejas, y esos bramidos de vacas que llegan a mis oídos?» Y Saúl le respondió: «Esos animales fueron traídos de Amalec. El pueblo dejó con vida a las mejores ovejas y vacas, para sacrificarlas al Señor tu Dios. Todo lo demás fue destruido.» Pero Samuel le dijo: «Escucha bien lo que el Señor me dijo durante la noche.» Y Saúl le respondió: «Te escucho.» Samuel añadió: «¿No es verdad que tú mismo te considerabas alguien insignificante? ¿Y no es verdad que el Señor te ha hecho jefe de las tribus de Israel, y te ha consagrado como su rey? El Señor te dio una misión, cuando te dijo: “Ve y destruye por completo a los amalecitas. Combátelos, hasta acabar con todos ellos.” Entonces, ¿por qué no has obedecido lo que te ordenó el Señor, sino que has traído contigo lo que le quitaste a tus enemigos? A los ojos del Señor, has hecho mal.» Pero Saúl le respondió: «Yo cumplí con lo que me ordenó el Señor. Destruí a los amalecitas, y como prueba he traído a Agag, su rey. Fue el pueblo quien tomó lo mejor de las ovejas y vacas, lo que debió haber sido destruido primero, para ofrecer sacrificios al Señor tu Dios en Gilgal.» Samuel le contestó: «¿Y crees que al Señor le gustan tus holocaustos y ofrendas más que la obediencia a sus palabras? Entiende que obedecer al Señor es mejor que ofrecerle sacrificios, y que escucharlo con atención es mejor que ofrecerle la grasa de los carneros. Ser rebelde es lo mismo que practicar la adivinación, y ser obstinado es lo mismo que ser idólatra. Puesto que tú no tomaste en cuenta lo que el Señor te ordenó, tampoco él te toma en cuenta como rey de Israel.» Entonces Saúl le respondió a Samuel: «Reconozco mi pecado. He faltado al mandamiento del Señor y a tus palabras. Y es que tuve miedo del pueblo, y cedí ante sus exigencias. Yo te ruego que me perdones mi pecado, y que me acompañes a adorar al Señor.» Pero Samuel le contestó: «No te voy a acompañar a ninguna parte. Puesto que tú no tomaste en cuenta las palabras del Señor, tampoco él te toma en cuenta como rey de Israel.» Y Samuel se dispuso a retirarse, pero Saúl lo agarró de la punta del manto para detenerlo, y el manto se desgarró. Entonces Samuel le dijo: «Así como este manto ha quedado desgarrado, así el Señor te ha desgarrado del reino de Israel, y se lo ha entregado a alguien mejor que tú. El Señor, que es la Gloria de Israel, no miente ni se arrepiente. El Señor no es un ser humano, para arrepentirse.» Y Saúl respondió: «Reconozco que he pecado. Por eso te ruego que me honres con tu presencia delante de los ancianos del pueblo, y delante de todos los israelitas, y me acompañes a adorar al Señor tu Dios.» Samuel accedió, y acompañó a Saúl para adorar al Señor. Después de eso, dijo Samuel: «Que traigan a Agag, el rey de los amalecitas.» Y Agag se presentó ante Samuel. Iba tan alegre, que le dijo: «¡Qué bueno que ya acabó esta guerra!» Pero Samuel le respondió: «Tu espada mató a muchos israelitas, y sus mujeres se quedaron sin hijos; y así también tu madre se quedará sin su hijo.» Y allí mismo en Gilgal, ante el Señor, Samuel cortó en pedazos a Agag. Después de eso, Samuel regresó a Ramá, y Saúl se fue a su casa en Gabaa. Y Samuel nunca más volvió a ver a Saúl, aunque lloraba por él. Y al Señor le pesó haber puesto a Saúl por rey de Israel.
1 Samuel 15:4-35 Biblia Dios Habla Hoy (DHH94I)
Saúl mandó llamar al pueblo y le pasó revista en Telaím. Eran doscientos mil hombres de infantería y diez mil hombres de Judá. Después Saúl se dirigió a la capital de Amalec y tomó posiciones junto al arroyo, y dijo a los quenitas: —¡Apártense! ¡Salgan de en medio de los amalecitas, para que no los destruya a ustedes junto con ellos; pues ustedes se portaron bien con los israelitas cuando venían de Egipto! Los quenitas se apartaron de los amalecitas. Entonces Saúl atacó a los amalecitas desde Havilá hasta la entrada de Sur, que está en la frontera de Egipto, y los derrotó; tomó prisionero a Agag, su rey, y mató a filo de espada a todo su ejército. Sin embargo, Saúl y su ejército dejaron con vida a Agag, y no mataron las mejores ovejas, ni los toros, ni los becerros más gordos, ni los carneros, ni destruyeron las cosas de valor, aunque sí destruyeron todo lo que era inútil y de poco valor. Luego el Señor le habló a Samuel, y le dijo: —Me pesa haber hecho rey a Saúl, porque se ha apartado de mí y no ha cumplido mis órdenes. Samuel se quedó muy molesto, y durante toda la noche estuvo rogando al Señor. A la mañana siguiente madrugó para ir al encuentro de Saúl, pero le avisaron que este se había ido a Carmel, que allí se había levantado un monumento, y que luego, dando un rodeo, había continuado hacia Guilgal. Entonces Samuel fue a donde estaba Saúl, el cual le dijo: —El Señor te bendiga. Ya he cumplido la orden del Señor. —¿Qué significan entonces esos balidos de ovejas y esos bramidos de toros que estoy escuchando? —respondió Samuel. —Los han traído de Amalec —contestó Saúl—, porque la gente ha conservado las mejores ovejas y los mejores toros para ofrecerlos en sacrificio al Señor tu Dios. Pero hemos destruido lo demás. —¡Calla, que te voy a comunicar lo que el Señor me dijo anoche! —le interrumpió Samuel. —Habla —respondió Saúl. Y Samuel le dijo: —¿No te considerabas tú de poca importancia? Sin embargo, has llegado a ser el jefe de las tribus israelitas, y el Señor te ha consagrado como rey de Israel. Ahora bien, si el Señor te envió con la orden estricta de destruir a esos pecadores amalecitas, y de atacarlos hasta acabar con ellos, ¿por qué desobedeciste sus órdenes y te lanzaste sobre lo que se le quitó al enemigo, actuando mal a los ojos del Señor? Saúl contestó: —Yo obedecí las órdenes del Señor, y cumplí la misión que él me encomendó: he traído prisionero a Agag, rey de Amalec, y he destruido a los amalecitas. Pero la tropa se quedó con ovejas y toros, lo mejor de lo que estaba destinado a la destrucción, para sacrificarlos en honor del Señor tu Dios en Guilgal. Entonces Samuel dijo: «Más le agrada al Señor que se le obedezca, y no que se le ofrezcan sacrificios y holocaustos; vale más obedecerlo y prestarle atención que ofrecerle sacrificios y grasa de carneros. Tanto peca el que se rebela contra él como el que practica la adivinación; semejante a quien adora a los ídolos es aquel que lo desobedece. Y como tú has rechazado sus mandatos, ahora él te rechaza como rey.» Entonces Saúl dijo a Samuel: —Sí, he pecado, pues pasé por alto la orden del Señor y tus instrucciones, porque tuve miedo de la gente y atendí su petición. Pero yo te ruego que perdones mi pecado y que regreses conmigo para adorar al Señor. —No voy a regresar contigo —le respondió Samuel—, porque tú has rechazado el mandato del Señor, y ahora él te rechaza como rey de Israel. Samuel se volvió para marcharse, pero Saúl lo agarró por el borde de su capa y se la desgarró. Entonces Samuel le dijo a Saúl: —De esta misma manera, el Señor ha desgarrado hoy de ti el reino de Israel. Te lo ha quitado para entregárselo a un compatriota tuyo, que es mejor que tú. Porque Dios, que es la gloria de Israel, no miente ni se arrepiente, pues no es un simple hombre para arrepentirse. —Yo he pecado —repitió Saúl—. Pero te ruego que ante los ancianos de Israel y ante todo el pueblo me sigas respetando como rey. Así que vuelve conmigo para adorar al Señor tu Dios. Samuel volvió entonces con Saúl, y este adoró al Señor. Luego Samuel ordenó: —Traigan ante mí a Agag, rey de Amalec. Agag se presentó muy tranquilo ante Samuel, pensando que ya había pasado el peligro de una muerte amarga. Pero Samuel le dijo: —Con tu espada dejaste sin hijos a muchas mujeres. Pues igual que ellas quedará tu madre. Y sin más, Samuel lo descuartizó en Guilgal, ante el Señor. Después se fue a Ramá, y Saúl regresó a su casa, en Guibeá de Saúl. Y Samuel nunca más volvió a ver a Saúl, aunque le causó mucha tristeza que el Señor se hubiera arrepentido de haber hecho a Saúl rey de Israel.
1 Samuel 15:4-35 Biblia Reina Valera 1960 (RVR1960)
Saúl, pues, convocó al pueblo y les pasó revista en Telaim, doscientos mil de a pie, y diez mil hombres de Judá. Y viniendo Saúl a la ciudad de Amalec, puso emboscada en el valle. Y dijo Saúl a los ceneos: Idos, apartaos y salid de entre los de Amalec, para que no os destruya juntamente con ellos; porque vosotros mostrasteis misericordia a todos los hijos de Israel, cuando subían de Egipto. Y se apartaron los ceneos de entre los hijos de Amalec. Y Saúl derrotó a los amalecitas desde Havila hasta llegar a Shur, que está al oriente de Egipto. Y tomó vivo a Agag rey de Amalec, pero a todo el pueblo mató a filo de espada. Y Saúl y el pueblo perdonaron a Agag, y a lo mejor de las ovejas y del ganado mayor, de los animales engordados, de los carneros y de todo lo bueno, y no lo quisieron destruir; mas todo lo que era vil y despreciable destruyeron. Y vino palabra de Jehová a Samuel, diciendo: Me pesa haber puesto por rey a Saúl, porque se ha vuelto de en pos de mí, y no ha cumplido mis palabras. Y se apesadumbró Samuel, y clamó a Jehová toda aquella noche. Madrugó luego Samuel para ir a encontrar a Saúl por la mañana; y fue dado aviso a Samuel, diciendo: Saúl ha venido a Carmel, y he aquí se levantó un monumento, y dio la vuelta, y pasó adelante y descendió a Gilgal. Vino, pues, Samuel a Saúl, y Saúl le dijo: Bendito seas tú de Jehová; yo he cumplido la palabra de Jehová. Samuel entonces dijo: ¿Pues qué balido de ovejas y bramido de vacas es este que yo oigo con mis oídos? Y Saúl respondió: De Amalec los han traído; porque el pueblo perdonó lo mejor de las ovejas y de las vacas, para sacrificarlas a Jehová tu Dios, pero lo demás lo destruimos. Entonces dijo Samuel a Saúl: Déjame declararte lo que Jehová me ha dicho esta noche. Y él le respondió: Di. Y dijo Samuel: Aunque eras pequeño en tus propios ojos, ¿no has sido hecho jefe de las tribus de Israel, y Jehová te ha ungido por rey sobre Israel? Y Jehová te envió en misión y dijo: Ve, destruye a los pecadores de Amalec, y hazles guerra hasta que los acabes. ¿Por qué, pues, no has oído la voz de Jehová, sino que vuelto al botín has hecho lo malo ante los ojos de Jehová? Y Saúl respondió a Samuel: Antes bien he obedecido la voz de Jehová, y fui a la misión que Jehová me envió, y he traído a Agag rey de Amalec, y he destruido a los amalecitas. Mas el pueblo tomó del botín ovejas y vacas, las primicias del anatema, para ofrecer sacrificios a Jehová tu Dios en Gilgal. Y Samuel dijo: ¿Se complace Jehová tanto en los holocaustos y víctimas, como en que se obedezca a las palabras de Jehová? Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar atención que la grosura de los carneros. Porque como pecado de adivinación es la rebelión, y como ídolos e idolatría la obstinación. Por cuanto tú desechaste la palabra de Jehová, él también te ha desechado para que no seas rey. Entonces Saúl dijo a Samuel: Yo he pecado; pues he quebrantado el mandamiento de Jehová y tus palabras, porque temí al pueblo y consentí a la voz de ellos. Perdona, pues, ahora mi pecado, y vuelve conmigo para que adore a Jehová. Y Samuel respondió a Saúl: No volveré contigo; porque desechaste la palabra de Jehová, y Jehová te ha desechado para que no seas rey sobre Israel. Y volviéndose Samuel para irse, él se asió de la punta de su manto, y este se rasgó. Entonces Samuel le dijo: Jehová ha rasgado hoy de ti el reino de Israel, y lo ha dado a un prójimo tuyo mejor que tú. Además, el que es la Gloria de Israel no mentirá, ni se arrepentirá, porque no es hombre para que se arrepienta. Y él dijo: Yo he pecado; pero te ruego que me honres delante de los ancianos de mi pueblo y delante de Israel, y vuelvas conmigo para que adore a Jehová tu Dios. Y volvió Samuel tras Saúl, y adoró Saúl a Jehová. Después dijo Samuel: Traedme a Agag rey de Amalec. Y Agag vino a él alegremente. Y dijo Agag: Ciertamente ya pasó la amargura de la muerte. Y Samuel dijo: Como tu espada dejó a las mujeres sin hijos, así tu madre será sin hijo entre las mujeres. Entonces Samuel cortó en pedazos a Agag delante de Jehová en Gilgal. Se fue luego Samuel a Ramá, y Saúl subió a su casa en Gabaa de Saúl. Y nunca después vio Samuel a Saúl en toda su vida; y Samuel lloraba a Saúl; y Jehová se arrepentía de haber puesto a Saúl por rey sobre Israel.
1 Samuel 15:4-35 La Biblia de las Américas (LBLA)
Entonces Saúl convocó al pueblo, y los contó en Telaim: doscientos mil soldados de a pie, y diez mil hombres de Judá. Saúl fue a la ciudad de Amalec y se emboscó en el valle. Y dijo Saúl a los ceneos: Idos, apartaos, descended de entre los amalecitas, para que no os destruya con ellos; porque vosotros mostrasteis misericordia a todos los hijos de Israel cuando subían de Egipto. Y los ceneos se apartaron de entre los amalecitas. Saúl derrotó a los amalecitas desde Havila en dirección a Shur, que está al oriente de Egipto. Capturó vivo a Agag, rey de los amalecitas, y destruyó por completo a todo el pueblo a filo de espada. Pero Saúl y el pueblo perdonaron a Agag, y a lo mejor de las ovejas, de los bueyes, de los animales engordados, de los corderos y de todo lo bueno, y no lo quisieron destruir por completo; pero todo lo despreciable y sin valor lo destruyeron totalmente. Entonces vino la palabra del SEÑOR a Samuel, diciendo: Me pesa haber hecho rey a Saúl, porque ha dejado de seguirme y no ha cumplido mis mandamientos. Y Samuel se conmovió, y clamó al SEÑOR toda la noche. Y se levantó Samuel muy de mañana para ir al encuentro de Saúl; y se le dio aviso a Samuel, diciendo: Saúl se ha ido a Carmel, y he aquí que ha levantado un monumento para sí, y dando la vuelta, ha seguido adelante bajando a Gilgal. Entonces Samuel vino a Saúl, y Saúl le dijo: ¡Bendito seas del SEÑOR! He cumplido el mandamiento del SEÑOR. Pero Samuel dijo: ¿Qué es este balido de ovejas en mis oídos y el mugido de bueyes que oigo? Y Saúl respondió: Los han traído de los amalecitas, porque el pueblo perdonó lo mejor de las ovejas y de los bueyes, para sacrificar al SEÑOR tu Dios; pero lo demás lo destruimos por completo. Dijo entonces Samuel a Saúl: Espera, déjame declararte lo que el SEÑOR me dijo anoche. Y él le dijo: Habla. Y Samuel dijo: ¿No es verdad que aunque eras pequeño a tus propios ojos, fuiste nombrado jefe de las tribus de Israel y el SEÑOR te ungió rey sobre Israel? Y el SEÑOR te envió en una misión, y dijo: «Ve, y destruye por completo a los pecadores, los amalecitas, y lucha contra ellos hasta que sean exterminados». ¿Por qué, pues, no obedeciste la voz del SEÑOR, sino que te lanzaste sobre el botín e hiciste lo malo ante los ojos del SEÑOR? Entonces Saúl dijo a Samuel: Yo obedecí la voz del SEÑOR, y fui en la misión a la cual el SEÑOR me envió, y he traído a Agag, rey de Amalec, y he destruido por completo a los amalecitas. Mas el pueblo tomó del botín ovejas y bueyes, lo mejor de las cosas dedicadas al anatema, para ofrecer sacrificio al SEÑOR tu Dios en Gilgal. Y Samuel dijo: ¿Se complace el SEÑOR tanto en holocaustos y sacrificios como en la obediencia a la voz del SEÑOR? He aquí, el obedecer es mejor que un sacrificio, y el prestar atención, que la grosura de los carneros. Porque la rebelión es como pecado de adivinación, y la desobediencia, como iniquidad e idolatría. Por cuanto has desechado la palabra del SEÑOR, Él también te ha desechado para que no seas rey. EÑOR Entonces Saúl dijo a Samuel: He pecado; en verdad he quebrantado el mandamiento del SEÑOR y tus palabras, porque temí al pueblo y escuché su voz. Ahora pues, te ruego que perdones mi pecado y vuelvas conmigo para que adore al SEÑOR. Pero Samuel respondió a Saúl: No volveré contigo; porque has desechado la palabra del SEÑOR, y el SEÑOR te ha desechado para que no seas rey sobre Israel. Cuando Samuel se volvía para irse, Saúl asió el borde de su manto, y este se rasgó. Entonces Samuel le dijo: Hoy el SEÑOR ha arrancado de ti el reino de Israel, y lo ha dado a un prójimo tuyo que es mejor que tú. También la Gloria de Israel no mentirá ni cambiará su propósito, porque Él no es hombre para que cambie de propósito. Y Saúl dijo: He pecado, pero te ruego que me honres ahora delante de los ancianos de mi pueblo y delante de Israel y que regreses conmigo para que yo adore al SEÑOR tu Dios. Volvió Samuel tras Saúl, y Saúl adoró al SEÑOR. Entonces Samuel dijo: Traedme a Agag, rey de los amalecitas. Y Agag vino a él alegremente. Y Agag dijo: Ciertamente, la amargura de la muerte ha pasado ya. Pero Samuel dijo: Como tu espada ha dejado a las mujeres sin hijos, así también tu madre será sin hijo entre las mujeres. Y Samuel despedazó a Agag delante del SEÑOR en Gilgal. Luego Samuel se fue a Ramá, pero Saúl subió a su casa en Guibeá de Saúl. Samuel no vio más a Saúl hasta el día de su muerte. Y Samuel lloraba por Saúl, pues el SEÑOR se había arrepentido de haber puesto a Saúl por rey sobre Israel.
1 Samuel 15:4-35 Nueva Traducción Viviente (NTV)
Entonces Saúl movilizó a su ejército en Telaim. Eran doscientos mil soldados de Israel y diez mil hombres de Judá. Después Saúl y su ejército fueron a una ciudad de los amalecitas y se pusieron al acecho en el valle. Saúl envió esta advertencia a los ceneos: «Apártense de donde viven los amalecitas o morirán junto con ellos. Pues ustedes fueron bondadosos con el pueblo de Israel cuando salió de Egipto». Así que los ceneos empacaron sus cosas y se fueron. Luego Saúl mató a los amalecitas desde Havila hasta llegar a Shur, al oriente de Egipto. Capturó a Agag, el rey amalecita, pero destruyó por completo a todos los demás. Saúl y sus hombres le perdonaron la vida a Agag y se quedaron con lo mejor de las ovejas y las cabras, del ganado, de los becerros gordos y de los corderos; de hecho, con todo lo que les atrajo. Solo destruyeron lo que no tenía valor o que era de mala calidad. SEÑOR Luego el SEÑOR le dijo a Samuel: «Lamento haber hecho a Saúl rey, porque no me ha sido leal y se ha negado a obedecer mi mandato». Al oírlo, Samuel se conmovió tanto que clamó al SEÑOR durante toda la noche. Temprano a la mañana siguiente Samuel fue a buscar a Saúl. Alguien le dijo: «Saúl fue a la ciudad de Carmelo a levantar un monumento en su propio honor y después continuó a Gilgal». Cuando por fin Samuel lo encontró, Saúl lo saludó con alegría. —Que el SEÑOR te bendiga —le dijo—. Llevé a cabo el mandato del SEÑOR. —Entonces, ¿qué es todo ese balido de ovejas y cabras, y ese mugido de ganado que oigo? —le preguntó Samuel. —Es cierto que los soldados dejaron con vida lo mejor de las ovejas, las cabras y el ganado —admitió Saúl—, pero van a sacrificarlos al SEÑOR tu Dios. Hemos destruido todo lo demás. Entonces Samuel le dijo a Saúl: —¡Basta! ¡Escucha lo que el SEÑOR me dijo anoche! —¿Qué te dijo? —preguntó Saúl. Y Samuel le dijo: —Aunque te tengas en poca estima, ¿acaso no eres el líder de las tribus de Israel? El SEÑOR te ungió como rey de Israel, te envió en una misión y te dijo: “Ve y destruye por completo a los pecadores —a los amalecitas— hasta que todos estén muertos”. ¿Por qué no obedeciste al SEÑOR? ¿Por qué te apuraste a tomar del botín y a hacer lo que es malo a los ojos del SEÑOR? —¡Pero yo sí obedecí al SEÑOR! —insistió Saúl—. ¡Cumplí la misión que él me encargó! Traje al rey Agag, pero destruí a todos los demás. Entonces mis tropas llevaron lo mejor de las ovejas, de las cabras, del ganado y del botín para sacrificarlos al SEÑOR tu Dios en Gilgal. Pero Samuel respondió: —¿Qué es lo que más le agrada al SEÑOR: tus ofrendas quemadas y sacrificios, o que obedezcas a su voz? ¡Escucha! La obediencia es mejor que el sacrificio, y la sumisión es mejor que ofrecer la grasa de carneros. La rebelión es tan pecaminosa como la hechicería, y la terquedad, tan mala como rendir culto a ídolos. Así que, por cuanto has rechazado el mandato del SEÑOR, él te ha rechazado como rey. Entonces Saúl le confesó a Samuel: —Es cierto, he pecado. He desobedecido tus instrucciones y el mandato del SEÑOR, porque tuve miedo del pueblo y por eso hice lo que ellos me pidieron. Pero ahora, por favor, perdona mi pecado y regresa conmigo para que pueda adorar al SEÑOR. Pero Samuel respondió: —¡No volveré contigo! Ya que tú rechazaste el mandato del SEÑOR, él te ha rechazado como rey de Israel. Cuando Samuel se dio vuelta para irse, Saúl trató de detenerlo y rasgó el borde de su túnica. Entonces Samuel le dijo: —Hoy el SEÑOR te ha arrancado el reino de Israel y se lo ha dado a otro: a uno que es mejor que tú. Y aquel que es la Gloria de Israel, no mentirá ni cambiará de parecer porque no es humano para que cambie de parecer. Entonces Saúl volvió a implorar: —Sé que he pecado. Pero al menos te ruego que me honres ante los ancianos de mi pueblo y ante Israel al volver conmigo para que adore al SEÑOR tu Dios. Entonces Samuel por fin accedió y regresó con él, y Saúl adoró al SEÑOR. Luego Samuel dijo: —Tráiganme al rey Agag. Agag llegó lleno de esperanza, porque pensó: «¡Seguramente ya pasó lo peor, y he sido librado de la muerte!». Pero Samuel le dijo: —Como tu espada ha matado a los hijos de muchas madres, ahora tu madre se quedará sin hijos. Y Samuel cortó a Agag en pedazos delante del SEÑOR en Gilgal. Después Samuel fue a su casa en Ramá, y Saúl regresó a su casa en Guibeá de Saúl. Samuel nunca más volvió a ver a Saúl, pero lloraba por él constantemente. Y el SEÑOR se lamentó de haber hecho a Saúl rey de Israel.