Los que cojean caminan

¡Bienvenido al Día 3! En los últimos dos días, has visto cómo Jesús respondió a la duda señalando Sus acciones. Ayer, exploramos la historia de un hombre nacido ciego que no solo recibió la vista física sino también claridad espiritual. Hoy, veremos otra sanación milagrosa—esta vez involucrando a un hombre paralítico—y consideraremos cómo revela más sobre Jesús y Su misión.

Antes de empezar, tómate un momento para reflexionar. ¿Hay algo nuevo que te haya llamado la atención sobre Jesús o la historia de ayer? ¿Tienes alguna pregunta pendiente? Si es así, charla con tu amigo o anótalas.

Recordatorio:

Tómate tiempo para leer el pasaje de hoy por tu cuenta o con un amigo. Luego, cuando se pongan al día esta semana, ya sea en persona o en una llamada, compartan qué les llamó la atención, reflexionen sobre sus ideas y discutan cómo se conecta con su vida. ¡Sigan con la conversación!

La historia comienza con una escena que es a la vez caótica y profundamente conmovedora. Los amigos de un hombre paralítico, desesperados por ayudarlo, rompen el techo de una casa para bajarlo hasta Jesús. ¡Tómate un momento para considerar las implicaciones prácticas de lo que hicieron! ¡Imagínate la determinación y la fe que los motivaron a llegar a tales extremos! Ahora considera la respuesta de Jesús: En lugar de reprenderlos por la interrupción, Jesús ve su fe y responde de una manera que nadie esperaba: “Hijo, tus pecados te son perdonados".

Esta declaración cambia el enfoque de la condición física del hombre a su necesidad espiritual. En la cultura judía del primer siglo, muchos creían que las dolencias físicas eran resultado directo del pecado personal o ancestral, una señal de castigo divino. La declaración de Jesús desafía esta suposición, ofreciendo al hombre perdón y afirmando su fe. Sin embargo, esto provoca controversia entre los líderes religiosos presentes. Según la ley judía, solo Dios podía perdonar pecados, así que en silencio acusan a Jesús de blasfemia, creyendo que está reclamando una autoridad divina que no tiene.

Jesús, plenamente consciente de sus pensamientos, responde con una pregunta audaz: “¿Qué es más fácil, decir, 'Tus pecados son perdonados' o decir, 'Levántate, toma tu camilla y anda'?” En su opinión, perdonar pecados era una afirmación invisible, imposible de verificar. Sanar, por otro lado, era inmediato e innegable. Para probar Su autoridad, Jesús hace ambas cosas. Él sana al hombre, demostrando Su poder no solo para restaurar el cuerpo sino también para perdonar el pecado. Al hacerlo, Él afirma Su identidad como el “Hijo del Hombre”, un título de la profecía judía que se refiere al mensajero divino que traería el reino y la autoridad de Dios.

Esta historia es más que una sanación milagrosa. Es una profunda revelación de quién es Jesús y a qué vino. Al perdonar pecados y restaurar la salud del hombre, Jesús muestra que Su misión no es solo sobre restauración física, sino sobre ofrecer integridad y reconciliación con Dios. Para la multitud y los fariseos, este momento desafía su comprensión de la obra de Dios y los obliga a reconsiderar sus creencias sobre Jesús.

Preguntas de Reflexión

1. ¿Cómo están conectadas las palabras de Jesús sobre el perdón y la sanación?
2. ¿Qué crees que Jesús está transmitiendo en Su confrontación con los fariseos?
3. ¿Qué significa tener fe y dónde pones la tuya?

Tómate tiempo para discutir o reflexionar sobre estas preguntas, ¡y nos vemos mañana para el Día 4!