El poder sanador de Jesús

Es sábado y Jesús está en marcha. Sabe que tendrá problemas con los líderes religiosos y que posiblemente arriesgará su vida, pero está dispuesto a arriesgarlo todo por una persona.

El texto no menciona si Jesús planeaba realizar un milagro ese día. Tampoco dice por qué Jesús se sintió atraído por este hombre en particular en el estanque de Bethesda cuando había muchos otros ciegos, cojos y paralíticos allí presentes. Tal vez porque este hombre había estado paralizado por mucho tiempo: 38 años.

Treinta y ocho años es mucho tiempo para soportar una limitación física, o cualquier limitación. Estoy seguro de que, junto con la parálisis física, el hombre también experimentó una parálisis emocional, social y mental. Toda su vida estaba centrada en una sola cosa: meterse en el agua cuando el ángel lo visitara para poder curarse y volver a caminar.

En su mente, sólo había una manera de curarse de su dolencia: saltar al agua cuando el ángel lo visitara. No sabemos a qué distancia estaba de la piscina, pero en su estado bien podría haber estado a cien millas de distancia. Las probabilidades de que se metiera en la piscina para curarse eran prácticamente nulas.

Un pasado terrible sin esperanza de un futuro mejor.

Pero de la nada, Jesús aparece, camina directamente hacia él y le hace una pregunta muy simple: "¿Quieres curarte?"

Este hombre sabía lo que quería. Pero Jesús le hizo la pregunta de todos modos y le invitó a identificar su necesidad, y vale la pena reflexionar sobre ello. ¿Quiero ser curado? ¿Quiero realmente ser liberado?

Y así como Jesús ordenó que se calmara la furiosa tormenta (Marcos 4:35-41), mostró su identidad como Dios al ordenar que la enfermedad abandonara el cuerpo de este hombre. Entonces Jesús invita al hombre a levantarse, coger su cama y caminar. Y así lo hizo. El hecho de que el ciego tomara su cama y caminara fue una respuesta a la obra de Jesús y una prueba del poder de Jesús.

Jesús entra en nuestra necesidad, provee como sólo Él puede (a veces incluso milagrosamente) y luego nos invita a participar en su obra respondiendo a ella. Nuestra respuesta sirve para demostrarnos a nosotros mismos y a los demás que Él es Dios y nosotros somos suyos.

Reflexiona:

¿A qué necesidad o deseo tienes que invitar hoy a Jesús?

Ora:

Señor Jesús, gracias por tu poder sanador. Gracias porque, aunque no veamos la misma sanidad física que el hombre cojo, Tú prometes darnos sanidad espiritual y nueva vida en Ti por Tu muerte y resurrección. Gracias por Tu promesa de que estás presente con aquellos que han puesto su confianza en Ti.

Layo Leiva, miembro del personal de segunda generación, ha estado con Cru desde 1978. Le encanta ministrar a líderes y personas influyentes con su esposa Luchy. Actualmente, sirve como facilitador de estrategias de liderazgo para América Latina y el Caribe.