El Dios Sin PrisaMuestra
Estar quietos lo es todo
Acompañando al requerimiento de que Dios se dé más prisa para intervenir ante nuestros asuntos, suele haber una hiperactividad en nosotros que, lejos de manifestar nuestra dependencia en forma de espera y descanso, muestra urgencia, impaciencia y profunda inquietud. Tras ello hay palabras que difícilmente nos atreveríamos a pronunciar porque resultarían, no solo políticamente incorrectas, sino profundamente irreverentes:
- “De esto voy a ocuparme yo, porque si dejo que Dios intervenga no será a tiempo”.
- “No puedo dejar esta cuestión en Sus manos. Ya sabes que, si quieres que algo salga bien, debes hacerlo tú mismo”.
- “Dios no puede ocuparse de esta cuestión. Es demasiado complicada... “.
Podríamos seguir poniendo palabras a nuestra falta de fe, y no dejaríamos de sorprendernos por lo que cada uno de ellos puede representar. Sin embargo, Dios, que conoce nuestro corazón y pensamiento, no se sorprende por esto. Solo nosotros porque, en el fondo, creemos tener mucha más fe de la que hacemos gala cuando llegan las curvas, y nuestro concepto personal y sobre Dios dista mucho de lo que debería ser.
El Salmo 46 nos habla, paradójicamente, de cómo Dios es “nuestro pronto auxilio en las tribulaciones” (v.1) y, de nuevo, la palabra “pronto” no es ninguna clase de broma, sino la afirmación reiterada de que Dios no se equivoca con Sus tiempos. Cuando parece que no está salvándonos, lo hace de maneras que ni imaginamos siquiera: nos rescata de nuestra torpeza, nuestra propia opinión, nuestras urgencias... para traer la salvación que necesitamos, aunque no sea, quizá, la que deseamos.
A Su voz se derrite la tierra, Él es nuestro refugio y, si Él interviene, que lo hace cuando quiere, cualquiera que sea el tiempo en el que eso suceda, no solo estará bien, sino que Su salvación será como ninguna otra.
La invitación es clara: “Estad quietos, y conoced que yo soy Dios” (v.10a). El resultado, evidente: será exaltado y enaltecido de todos, porque Su salvación es como ninguna otra que podamos pedir o entender, porque será por Su buena voluntad (Efesios 3:20).
No pensemos que estar quietos significa no hacer nada. ¡Es hacerlo todo!
- Significa dejar nuestra circunstancia en manos de Quien la controla,
- abandonar nuestra ansiedad sobre Quien tiene cuidado de nosotros,
- y permitir que sea Él quien multiplique nuestras fuerzas, porque es quien hace nuestros pies como de ciervas, y en nuestras alturas nos hace andar (Habacuc 3:19).
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Escritura
Acerca de este Plan
Los tiempos de Dios no son nuestros tiempos y eso, en un mundo de velocidad y estrés, no es fácil de entender ni de aceptar. En este plan consideraremos cómo, normalmente, "la mejor parte" está alejada de la urgencia. De poco nos sirve afanarnos... Él nunca tiene prisa, porque nunca llega tarde, y nos invita contemplarle, absorber de Su carácter, y aprender a vivir de una forma distinta.
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Nos gustaría agradecer a Lidia Martín por proporcionar este plan. Para mayor información por favor visite: https://www.lidiamartin.com/