El Dios Sin PrisaMuestra
¿Dónde se ha metido Dios?
Hay un sentimiento generalizado acerca de Dios en lo relacionado con el tiempo, y es que no parece tener ninguna prisa por intervenir cuando se le espera. Baste, además, que la situación sea especialmente compleja y requiera de un giro radical, para que empiece a surgir en nosotros un regusto amargo hacia Él al preguntarnos dónde se ha metido, o por qué no parece importarle lo que nos pasa. La gran cuestión es si es cierto que Dios no está, que no esté interviniendo, o que lo haga a destiempo.
Cuando hablamos del Dios sin prisa, podemos hacerlo de dos posibles maneras:
- desde una connotación negativa, casi en términos de queja, tal y como recriminaríamos a uno de nuestros hijos o a cualquier amigo que no se mueve “suficientemente rápido” respecto a nuestra necesidad (algo así como lo que expresa Lamentaciones 5:20 “¿Por qué te olvidas completamente de nosotros, y nos abandonas tan largo tiempo?”);
- o desde una que incluya el reconocimiento tácito de que, en realidad, no tiene prisa porque no la necesita, porque Sus tiempos son perfectos, y porque hemos de reconocer que hay una gran diferencia entre que Él no esté interviniendo o que a nosotros se nos haga palpable.
El tiempo de Dios es perfecto. Es algo que sabemos, incluso que nos recordamos, pero que no siempre nos creemos en plena profundidad, porque mientras estamos sujetos a cuerpo mortal, también estamos atados a horas, minutos y segundos. Dios, sin embargo, nunca lo estuvo, porque es eterno y, además en Su sabiduría y omnisciencia, comprende y sostiene todos los parámetros de la realidad que nos rodea. Él permanece para siempre, y Su trono es de generación en generación (Lamentaciones 5:19).
Creemos que Su ayuda se acerca imparable a nuestro encuentro, pero lo hacemos por fe, porque Su carácter es leal con Sus promesas y Sus criaturas. No lo creemos porque lo veamos necesariamente (¡si lo ves, no es fe, recuerda!), de la misma manera en que confiamos que Su voluntad es buena, agradable y perfecta, además de serlo en todo tiempo (Romanos 12:2).
Dios es un Dios bueno, que no juega con nosotros. Tampoco es un tirano del cosmos, ni disfruta en nuestra espera o sufrimiento. Su ayuda viene a nosotros en forma de madurez, paciencia, templanza... y lo hace con parsimonia y armonía, porque ni Él ni nosotros requerimos más que eso. Su tiempo es perfecto.
Escritura
Acerca de este Plan
Los tiempos de Dios no son nuestros tiempos y eso, en un mundo de velocidad y estrés, no es fácil de entender ni de aceptar. En este plan consideraremos cómo, normalmente, "la mejor parte" está alejada de la urgencia. De poco nos sirve afanarnos... Él nunca tiene prisa, porque nunca llega tarde, y nos invita contemplarle, absorber de Su carácter, y aprender a vivir de una forma distinta.
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Nos gustaría agradecer a Lidia Martín por proporcionar este plan. Para mayor información por favor visite: https://www.lidiamartin.com/