El Dios Sin PrisaMuestra
¿Por qué teméis?
Volvemos a ver a un Jesús sin prisa ni angustia frente a la tormenta. No nos equivoquemos, sin embargo, y confundamos a un Jesús calmado con uno indolente, que ni siente ni padece. En Juan 11, precisamente, vemos al Maestro llorando ante la tragedia de una muerte que, sabía, sería revertida, pero eso no le impide mostrarse humano, conmoverse, y generar reacciones en otros que decían al verlo: “Mirad cómo le amaba” (Juan 11:36).
Sin embargo, no era solo esto lo que comentaban entre sí: “¿No podía éste, que abrió los ojos al ciego, haber hecho también que Lázaro no muriera?” (Juan 11:37). Ahí estaba de nuevo esa inquietud sobre la aparente tardanza de Jesús y Su falta de prisa. Llevándonos esa misma cuestión en la barca, ¿no podría Jesús impedir que la tormenta se levantara, o que cualquiera de las cosas que nos desestabilizan hoy sucedan? La cuestión no es si puede, sino si es conveniente, y esa variación en el matiz lo cambia todo, entonces y ahora.
Los planes de Dios trascienden los nuestros. Solo podemos apelar a Sus palabras, Su carácter y Sus promesas en los momentos de confusión sobre Su aparente falta de intervención: “Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis”.
Queremos el bien, pero lo que nosotros imaginamos como bueno es inmediatista y limitado, mientras que SU BIEN es uno de carácter profundo, que llega con cierto retardo según nuestro criterio, pero con profunda solidez y capacidad de transformación cuando nos alcanza. Se hace esperar, pero no tengamos esos tiempos por tardanza o incumplimiento, sino como la forma en la que Su soberanía se manifiesta para sorpresa y maravilla de quienes, al final, podremos ver la obra de Su acción completa.
En Su intervención, nuestra circunstancia es solo el escenario, y nosotros no somos los protagonistas, aunque nos decepcione verlo de esta forma. El centro de Su acción es su voluntad, Su gloria, y Su propósito, que son perfectos. Tú y yo no lo vemos, pero tanto en una tormenta que se calma a Su voz, como en una a la que se permite arrasar, Dios está interviniendo, aunque de distinta forma.
Descansar en Sus propósitos de bien no es sencillo, pero hay algo que nunca cambia: Jesús viene en la barca.
Acerca de este Plan
Los tiempos de Dios no son nuestros tiempos y eso, en un mundo de velocidad y estrés, no es fácil de entender ni de aceptar. En este plan consideraremos cómo, normalmente, "la mejor parte" está alejada de la urgencia. De poco nos sirve afanarnos... Él nunca tiene prisa, porque nunca llega tarde, y nos invita contemplarle, absorber de Su carácter, y aprender a vivir de una forma distinta.
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Nos gustaría agradecer a Lidia Martín por proporcionar este plan. Para mayor información por favor visite: https://www.lidiamartin.com/