El Buen Pastor, inspirado en el Salmo 23Muestra
La paz de las aguas tranquilas
Loisa Matthys
Ese mismo día, caída ya la tarde, Jesús les dijo: “Pasemos al otro lado”. Despidiendo a la multitud, lo llevaron con ellos en la barca, como estaba; y había otras barcas con Él. Pero se levantó una violenta tempestad, y las olas se lanzaban sobre la barca de tal manera que ya la barca se llenaba de agua. Jesús estaba en la popa, durmiendo sobre una almohadilla; entonces lo despertaron y le dijeron: “Maestro, ¿no te importa que perezcamos?”. Jesús se levantó, reprendió al viento y dijo al mar: “¡Cálmate, sosiégate!”. Y el viento cesó, y sobrevino una gran calma. Entonces les dijo: “¿Por qué están atemorizados? ¿Cómo no tienen fe?”. Marcos 4:35–40 (RVC)
Recuerdo que, cuando era niña, un día estuve jugando felizmente en el mar sin estar consciente de su poder y letalidad. Recuerdo que mi hermana me llamaba repetidamente desde la orilla diciéndome que era tiempo de ir a casa, y yo, medio nadando y medio tropezando, desesperada por llegar a donde ella estaba, me alejaba más adentro del mar. Recuerdo que un hombre bronceado, de cabello rizado, largo y gris me levantó con un brazo mientras sostenía su tabla de surf con el otro, y me llevó a la orilla. “Hay una contracorriente allí” le dijo a mi hermana mientras me ponía en tierra seca. “Pudiste haberla perdido”.
El agua es inmensamente poderosa. Si alguna vez has estado hundido completamente en aguas turbulentas, conoces el terror auténtico que provocan: estar, a cada segundo, consciente del peligro inminente, y que cada músculo esté unido en la búsqueda desesperada de mantener tu cabeza por encima de las olas. No estoy segura de que haya en esta vida algo más agotador que tratar de sobrevivir las aguas profundas y agitadas.
Ese es el tipo de agua que atrapó al bote de los discípulos la noche en que despertaron a Jesús cuando estaba dormido sobre una almohada. El Mar de Galilea, tallado como un cuenco en la fosa tectónica del Jordán, atrapó la tormenta repentina como si fuera un túnel de viento, y llenó de temor a los pescadores experimentados. En medio del terror, despertaron a Jesús y Él reprendió al viento y a las olas. “¡Paz, aquiétense!”, les dijo y ambos obedecieron.
Es ciertamente un consuelo saber que nuestro Dios puede calmar al mar en el momento que guste. En muchas ocasiones, he clamado a Él en terror y lo he visto aquietar las aguas oscuras que me rodean. Sin embargo, al igual que esos pescadores, tengo tendencia a pasar por alto la parte más importante de esta historia si no presto atención cuidadosamente.
Las siguientes palabras que Jesús le dirigió a los discípulos que lo despertaron fueron: “¿Por qué tienen tanto miedo? ¿Cómo es que no tienen fe?”. Esta es una respuesta desconcertante tomando en cuenta que los discípulos habían llevado su temor ante Él. Por lo menos tuvieron suficiente fe para saber a quién pedirle ayuda, ¿cierto? Sin embargo, Jesús no dijo: “Vaya, no vi venir esa tormenta. Qué bueno que me despertaron”. En cambio, su reprensión amorosa sugiere que ellos nunca debieron haberlo despertado. Jesús sabía que la tormenta no los hundiría. Él sabía que estaban lo suficientemente equipados para manejarla, y Él insinúa que ellos deberían haberlo sabido también. Jesús no calmó la tormenta para evitar que los discípulos se ahogaran; la calmó para atenuar su temor.
Imagina tener una fe tan completa en Dios que no solamente sabes que Él puede resolver cualquier circunstancia que se alce sobre ti, sino que también confías en Él cuando parece que no está haciendo nada al respecto.
Esta historia me empuja, y de manera más importante, revela otra capa de cuán profundamente somos amados por este nuestro Salvador. ¿Cuántas veces ha calmado las aguas, no porque estuviéramos en peligro, sino porque teníamos miedo y Él quería que nosotros conociéramos la paz?
Mi hija de cuatro años les tiene miedo a los cocodrilos. Ella me llama por la noche, llorando, porque los ve en su habitación. Aquí entre nosotros, yo sé que no hay cocodrilos allí desde antes de entrar, pero aun así, voy. ¿Lucharía contra un cocodrilo para salvar a mi pequeña hija? Puedes apostar tu vida a que sí lo haría. Pero no entro allí por eso. Voy porque la amo, y quiero para ella algo mejor que el miedo.
Ese es el amor del Padre; el Pastor que nos guía junto a aguas de reposo. Él sabe cuán agotador es el miedo. Él sabe qué grandes ladrones pueden ser la ansiedad y el estrés. Así que nos conduce junto a aguas de reposo, no porque las tormentas aparecen a veces, y no porque no podamos manejarlas. Él lo hace porque nos ama, sabe lo que necesitamos y quiere para nosotros cosas mejores que la fatiga del temor.
Si estás cansado de navegar en las violentas aguas de temor y en circunstancias difíciles, haz que tu corazón recuerde a Aquél que puede someterlas, andar sobre ellas y apaciguarlas. Reclínate en sus brazos y deja que Él te guíe hoy junto a aguas de reposo.
ORACIÓN
Pastor de mi corazón, eres más grande que la tormenta, más fuerte que el viento y más profundo que el agua. Gracias porque no solamente puedes calmar las aguas, sino que decides hacerlo por amor a mí. Aquietas las tormentas que me rodean, pero lo más importante es que me ayudas a permitir que guíes mi corazón hacia la paz en medio de ellas.
PARA MEDITAR
- Si tu corazón se identifica con estar abrumado por los mares tormentosos, toma unos minutos para recordar que alguna vez en tu pasado Dios te rescató.
- Recuérdale a tu corazón el amor que Dios tiene por ti y háblale mientras le hablas a Él en voz alta sobre tu gratitud.
- Pide a Dios sabiduría en el primer paso para seguirlo a Él rumbo a las aguas de reposo y descansa en su respuesta.
Espíritu Santo, ¿qué es lo que me estás diciendo hoy?
VERSÍCULOS PARA MEMORIZAR
En lugares de verdes pastos me hace descansar; junto a aguas de reposo me conduce. Él restaura mi alma; me guía por senderos de justicia por amor de Su nombre. Salmo 23:2-3
Acerca de este Plan
Jesús es el Buen Pastor, quien provee todo lo que necesitamos. Este devocional de 31 días está centrado en un pasaje de la Escritura que ha sido una fuente de fortaleza, paz y consuelo: el Salmo 23. En cada día del recorrido a través de este salmo tan preciado, tendrás la oportunidad de reflexionar sobre las muchas maneras en que Jesús demuestra su amor y su bondad en nuestra vida.
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