El Buen Pastor, inspirado en el Salmo 23Muestra
Donde muere el descontento
Joe Jones
Sé vivir con casi nada o con todo lo necesario. He aprendido el secreto de vivir en cualquier situación, sea con el estómago lleno o vacío, con mucho o con poco. Filipenses 4:12 (NTV)
La vida está llena de sorpresas. Algunas son buenas y nos hacen sonreír, mientras que otras nos dan un gancho al hígado y nos quitan el aliento. En el 2020, durante las primeras etapas de la invasión de COVID-19, mi vida cambió de manera dramática cuando se llevó repentinamente a mi papá. Me arrebataron las expectativas, los deseos y las esperanzas; y no fue debido a algo que mi papá o yo hubiéramos hecho. Un ladrón que nadie esperaba le robó la vida.
La definición de descontento es “infelicidad provocada por el fracaso de las esperanzas, los deseos o las expectativas de uno”. Es una palabra demasiado débil para describir lo que yo estaba sintiendo y lo que había cambiado ese día. Recuerdo haber acudido al Salmo 23 porque se le conoce como el salmo del consuelo, y a lo largo de los años, lo había usado un sinnúmero de veces cuando oficio funerales. Cuando leí “El Señor es mi pastor; nada me faltará”, quedé helado. Yo tenía necesidades enormes. Quería que me devolvieran a mi papá. Quería que mi mamá volviera a tener a su esposo. Quería que mi familia fuera como antes de que todo esto sucediera. Yo sabía que el Señor tenía el control, pero la infelicidad y el dolor no solo estaban triunfando, sino que habían robado el trofeo. Me hice todo tipo de preguntas. ¿Puedo yo llenar este lugar triste con suficiente felicidad como para cambiarlo? ¿Puedo repararlo todo para mi mamá y el resto de nuestra familia? No podía. Era incapaz de respirar.
Allí fue cuando el Señor me llevó a Filipenses 4:11-13, donde Pablo habla acerca de aprender cómo hallar contentamiento sin importar las circunstancias. Eso era lo que yo necesitaba. ¿Pero era siquiera posible?
Repentinamente, un versículo de ese pasaje me llamó la atención. Yo lo conocía bien; sin embargo, en este momento devastador, se me había escapado de la memoria: “todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Filipenses 4:13). En mi mente, yo sabía que era cierto, pero en esa época de duelo y conmoción no estaba sintiendo su verdad en mi corazón. Las preguntas siguieron inundando mi mente. ¿Puedo llevar una vida sin aquellas conversaciones amorosas con mi papá? Y mi mamá y todo lo que ella extraña después de haber estado casada con mi papá durante 63 años, ¿puede ella aprender a estar conforme? ¿Volverá nuestra familia a ser verdaderamente feliz? La respuesta era enfáticamente “no” si por nosotros fuera. Sin embargo, Pablo identifica otra fuente de nuestra fortaleza y contentamiento. Él nos dirige a Dios, nuestro Pastor; aquel que nos ama incondicionalmente y nos da fuerzas cuando el mundo nos quita las que teníamos.
Debido a las restricciones de COVID-19, no fue posible que tuviéramos un funeral normal y celebráramos la vida de mi papá con toda su familia y amigos como siempre lo imaginamos. Éramos solo mi mamá, mi hermano y mi hermana y sus familias, y unos pocos amigos personales. Pero tener inesperadamente al Cuerpo de Infantería Marina honrando a mi padre con una despedida militar y entregándole a mi mamá la bandera doblada resultó siendo una dulce bendición. Mi corazón sentía que la bondad y la gracia de Dios me estaban mimando, y mi mamá pudo ver y sentir el amor de Dios derramándose sobre ella.
Podría decir que no sé cómo logramos superar el dolor inicial, pero en realidad, sí sé. Podría decir que el dolor es imposible de soportar, pero ahora sé, por experiencia personal, que no lo es. Atravesamos cada día porque Jesucristo nos da fuerzas cuando las nuestras han desaparecido. Y su fortaleza es perfecta.
Ahora sé que el descontento de cualquier tipo muere en los brazos de Jesús. Él nos da esperanza y supera cualquier expectativa que tengamos (Efesios 3:20). Y cuando empezamos a encontrar nuestro gozo y deleite en el Señor (Salmo 37:4), los deseos de nuestro corazón empiezan a reflejar los de Jesús. Cuando estamos envueltos en sus brazos, encontramos paz y contentamiento porque tenemos la promesa de una eternidad con Él.
¿Extrañas algo o a alguien? Quizás tú también estés haciéndote la pregunta: “¿sería posible que pueda volver a encontrar la felicidad?”. La respuesta es sí porque el gozo del Señor es tu fortaleza (Nehemías 8:10). Y la fortaleza del Señor es tu gozo. ¡No necesitamos nada más!
ORACIÓN
Señor, gracias por guiarme siempre a los pensamientos y las cosas que más me convienen. Gracias por restaurarme tu gozo y mostrarme que tu fortaleza es perfecta. Ayúdame a acercarme a ti cuando mi esperanza esté fallando. ¡Tu fortaleza es mi gozo! En el nombre de Jesús, amén.
PARA MEDITAR
- Toma un momento hoy para imaginarte colocando tu descontento en las manos de Jesús.
- Permite que el Señor te enseñe cómo deleitarte en su presencia, a fin de que Él pueda poner nuevos deseos en tu corazón.
- Deja que el aceite del gozo del Señor se derrame sobre ti para que sientas su gozo convirtiéndose en tu fortaleza.
- Agradece al Señor por mostrarte cómo estar conforme con Él sin importar lo que la vida te depare.
Espíritu Santo, ¿qué es lo que me estás diciendo hoy?
VERSÍCULO PARA MEMORIZAR
El Señor es mi pastor, nada me faltará. Salmo 23:1
Acerca de este Plan
Jesús es el Buen Pastor, quien provee todo lo que necesitamos. Este devocional de 31 días está centrado en un pasaje de la Escritura que ha sido una fuente de fortaleza, paz y consuelo: el Salmo 23. En cada día del recorrido a través de este salmo tan preciado, tendrás la oportunidad de reflexionar sobre las muchas maneras en que Jesús demuestra su amor y su bondad en nuestra vida.
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