El Camino Del HéroeMuestra

En la mayoría de historias, el héroe siempre debe renunciar a los suyos, a los que ama, y enfrentarse sólo al gran villano, y en ese baile de soledad, se decide el final de la historia.

En el reino de Dios, es decir, en el diseño divino para el funcionamiento del mundo, la soledad no tiene lugar. Todo está lleno de alianzas, de unión, de comunión y relación. Ni siquiera Dios está sólo, nunca. En Dios está el Padre, junto al Hijo y al Espíritu Santo. A Dios le agradan las relaciones sociales. Por eso Dios creó la familia. Por eso también, Cristo fundó la Iglesia.

En el camino del héroe, hay momentos de soledad, y aunque son necesarios, sólo son eso, momentos. David aprendió acerca de la amistad gracias a Jonatán. Y esa amistad, fue clave en el desarrollo de la vida de David, e hizo de él, un rey misericordioso, tal y como el rey al que representaba (Dios).

La amistad de David y Jonatán se ha hecho famosa en todo el mundo, hay canciones y hasta películas que se inspiran en este tipo de amistad. La lealtad de estos dos amigos era mayor que cualquier circunstancia, incluso, mayor que los lazos que unían a Jonatán y Saúl su padre. A pesar del peligro que suponía traicionar al rey como lo hizo Jonatán, y a pesar de la vergüenza de traicionar a su propio padre, este joven entendía quién era David, y que Dios estaba con él, sabía que debía protegerlo.

Nosotros, los creyentes, somos todos hijos de un mismo Padre: Dios. Eso nos convierte en hermanos, y esto debería significar algo. Algo de verdad, no un simple modismo. Necesitamos rodearnos de otros que nos vean como lo que somos, hijos e hijas de Dios, gente que busque hacer su voluntad, y que estén dispuestos a “traicionar” a las costumbres de este mundo: la competencia y la rivalidad. Necesitamos aprender a ser buenos amigos para los demás, y revelarles aquello que les facilite el camino, ser apoyo, y aprender también a recibirlo.

Jonatán era el hijo del rey, y no tenía porqué hacer todo lo que hizo por David. Fue por amor, por amistad. Sólo el amor de Dios nos transforma a ese nivel, sólo si vemos a los demás como Dios los ve seremos capaces de forjar amistades tan fuertes como la de estos dos jóvenes.