Conocido: 10 días para descubrir tu identidadMuestra

Todo lo que Dios creó, que es literalmente todo, lo creó con un propósito. El propósito de una abeja es polinizar, ayudando a las plantas a crecer, reproducirse y producir alimentos. El propósito de un rayo es ayudar a disolver el nitrógeno inutilizable en el agua, lo que crea un fertilizante natural que las plantas pueden absorber a través de sus raíces. El propósito de un álamo temblón es proporcionar un hábitat para una gran variedad de vida silvestre. Aunque todas las cosas tienen propósitos únicos, todas tienen también un propósito común: dar a conocer a Dios mostrando Su belleza y Su gloria. Pero ninguna otra cosa en la Tierra fue creada a imagen de Dios como lo somos tú y yo. Tú lo reflejas de una manera que ninguna otra cosa en la tierra puede. A diferencia de las estrellas, sólo tú y yo podemos expresar Su perdón, Su gracia y Su amor a quienes nos rodean.

Cuando inviertes tu tiempo y energía en gestionar la forma en que los demás te perciben, no sólo creas una versión de ti mismo que suele ser falsa y perfectamente construida, sino que también te pierdes el propósito más grande que el Señor tiene para ti.

Tu apariencia externa ante el mundo que te rodea no es tu propósito en esta Tierra, ni es la razón por la que se te llama las joyas de la corona del Señor (Zacarías 9:16). Mientras que Dios creó las estrellas para que brillaran como joyas colocadas muy por encima de la Tierra, te creó a ti para que llevaras dentro el verdadero tesoro del Cielo. Tú llevas el Espíritu Santo del Dios viviente en tu propio corazón. Tu propósito único puede ser jugador de béisbol, o maquillador, o fisioterapeuta, o diseñador gráfico. Sin embargo, tu propósito final como hijo de Dios siempre será reflejar el amor de Dios y mostrar Su perdón, Su gracia y Su bondad a tus amigos, a tu equipo, a tu clase y a tu familia, de una manera que sólo tú puedes hacerlo.