Emociones sagradas - Respuestas bíblicas para cada retoMuestra

Si hay un lugar donde Dios se siente como en casa, es en tus alabanzas. Dios se sienta, levanta sus adorables pies y se relaja cuando un creyente decide adorar. Al contrario, cuando te despachas con lamentos, quejas, desvaríos y gritos lanzando culpas al cielo, Dios se siente incómodo en ese lugar. Nuestros corazones son lugares donde Dios reside y debemos ser muy cuidadosos cuando escogemos la atmósfera en la que Dios va a vivir. He aprendido, a través de muchas situaciones de mi vida, que Dios está más interesado en mi corazón que en cambiar las circunstancias de mi vida. Ya que el anhelo de mi corazón es parecerme más a Él cada día, yo también debo ocuparme más y prestar más atención, por medio de la oración, a lo que ocurre en mi corazón, por encima de lo que ocurre con mis circunstancias. Pedimos a Dios que cambie nuestras circunstancias cuando lo que Él desea es que las circunstancias nos cambien a nosotros.

Como creyente, tienes la opción de magnificar tu dolor y tus circunstancias decepcionantes o magnificar a Dios, a pesar de tu dolor. Algunos de nosotros hablamos más de nuestra tristeza y nuestro malestar que del Señor al que servimos. Siempre puedo saber, por los temas de conversación de una mujer, qué es lo que ella ha escogido magnificar, ya sea de forma consciente o subconsciente.

Cuando medito sobre los grandes hombres y mujeres de Dios que en la Biblia decidieron servirle y fueron usados de manera relevante en su tiempo histórico, observo que ninguno se salvó de tener que lidiar con la decepción. Ester era una huérfana educada por un tío soltero, y aun así Dios la usó para salvar a toda la nación judía. José sufría las burlas de sus hermanos y fue vendido como esclavo, y aun así se elevó a segundo al mando en Egipto y trazó un plan para salvar a sus compatriotas de una hambruna severa. Daniel fue secuestrado en el hogar de su infancia y fue introducido a la fuerza en una guarida de hambrientos y fieros leones, y aun así Dios lo usó como una fuerza de justicia en Babilonia. ¡Dios no ha terminado contigo todavía, y trabaja con sus hijos hasta que logra la victoria! Tu decepción no tiene el poder de hacerte perder el rumbo, y en cambio puede colocarte en una posición estratégica para ser usado por Dios.