Devocionales diarios con Greg LaurieMuestra

La oportunidad final

Hablando sobre estar en el lugar adecuado en el tiempo adecuado. El ladrón de la cruz estaba en todo el ajo, por decirlo así.

En principio, ambos criminales crucificados a los lados habían participado en el escarnio de Jesús. Pero uno de ellos se dio cuenta y le dijo al otro: "¿Ni siquiera temor de Dios tienes, aunque sufres la misma condena? En nuestro caso, el castigo es justo, pues sufrimos lo que merecen nuestros delitos; éste, en cambio, no ha hecho nada malo" (Lucas 23:40-41).

Entonces, le dijo a Jesús: "Señor, acuérdate de mí cuando vengas en tu reino" (versículo 42).

Y Jesús le contestó: "Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso" (versículo 43).

¿No es sorprendente cuando le estás contando algo a alguien, y no lo pilla... y no lo pilla... y no lo pilla. Y luego, un día, lo entiende. Algunas veces tenemos que verlo por nosotros mismos, ¿no? Esto es lo que le ocurrió al ladrón en la cruz. La verdad sobre quién era Jesús de repente se le desveló. Pilatos ayudó un poco. De hecho, escribió un folleto evangelístico muy efectivo, en forma de tabla, clavado sobre la cabeza de Jesús, que decía: "Este es el Rey de los Judíos" (versículo 38).

Así que aquí estaba el hombre que era crucificado junto a Jesús. Lo percibía todo, lo observaba todo. Escuchó las palabras de nuestro Señor, y esas palabras reverberaban en su endurecido corazón. Entonces creyó.

Dos hombres vieron y escucharon lo mismo, y uno creyó y el otro no. Ambos vieron la perfección sin tacha en el ejemplo de Cristo. Los dos estaban muriendo y necesitaban perdón. Pero uno de ellos murió tal cual había vivido: endurecido e indiferente.

Resumen: Dos vieron la perfección sin tacha de Jesús, pero sólo uno aceptó su gracia.

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