EmocionesMuestra

Jesús tiene empatía por nuestras emociones 

Nuestra fe y nuestros sentimientos no están separados. Están interconectados, influyéndose unos a otros a medida que seguimos a Jesús. Si no reconocemos nuestros sentimientos, nos estamos perdiendo de ver el carácter de Dios como nuestro Consolador, Redentor, Sanador y Abogado. Si confiamos demasiado en ellos, corremos el riesgo de tomar malas decisiones. 

Entonces, ¿cómo reconciliamos esa tensión? Invitamos a Dios y a otros a entrar en nuestros sentimientos. No los alejamos, sino que le preguntamos a Dios qué está tratando de decir a través de nuestras emociones, sabiendo que Jesús se preocupa por nuestro dolor, no importa lo grande o pequeño que parezca. 

Jesús era increíble mostrando empatía hacia los demás, y mostró muchos sentimientos durante Su tiempo en la tierra. 

Cuando Él va en camino a Su crucifixión, muestra una profunda compasión por Su madre, María. La ve llorando y lamentándose junto a Su discípulo Juan, así que la mira y le dice que Juan será un hijo para ella. Jesús sabía que Su madre necesitaría alimentar y ser alimentada, y por eso Él se ocupó de ella como uno de Sus últimos actos en la tierra. Sus lágrimas no eran insignificantes. Eran profundamente importantes, tanto que Jesús pasó Sus últimos momentos en la tierra atendiéndolas. 

Jesús también Se preocupa profundamente por nuestro dolor. Lo vemos en otra historia en la que Jesús sana a una mujer que llevaba años sangrando. Los doctores no podían curarla, y ella había gastado todo su dinero sin esperanza alguna. Ella toca desesperadamente el manto de Jesús, sabiendo que un toque Suyo podría curarla.

Jesús deja lo que está haciendo para encontrarla y animar su fe. Permite que el dolor de una mujer detenga el trabajo que estaba haciendo para una multitud. Él se preocupa profundamente por las cosas que nos importan. 

Puede que la mujer se sintiera desesperada y rota. Pero su fe la impulsó a acercarse a Jesús, sabiendo que solo Él podía curarla. Así, cuando experimentamos emociones dolorosas o alegres, volvemos corriendo al Padre, el único que puede sanar cada herida. 

Nuestras emociones no definen nuestra fe y no dictan nuestro futuro. Pero cuando estamos sanos, ellas nos acercan a nuestro Creador, permitiéndole que nos fortalezca, se acerque a nosotros y nos lleve.

Oración: Dios, gracias por ver cada emoción que tengo y mostrarme empatía en todo ello. He estado cargando con un montón de ____, pero sé que Tú lo ves, Te importa y estás conmigo en ello. Muéstrame lo que me estás enseñando a través de mis emociones. Dios, ayúdame a acudir a Ti con todos mis sentimientos para que mi fe sea fortalecida, y ayúdame a tomar las decisiones correctas a pesar de lo que pueda sentir. En el nombre de Jesús, amén.