Creyendo por Milagros - Milagros en HechosMuestra

¡Qué grande es nuestro Dios! ¡De qué gran manera se ocupó de recompensar la generosidad de aquel relevante hombre de la isla de Malta! Se trataba de Publio, un representante de Roma, rico en bienes y también en buenas obras, quien trató con tanto amor y generosidad a los apóstoles, y que recibió en su propia casa la bendición de Dios, obteniendo de las manos de Pablo el milagro de la sanidad de su padre. Un detalle impresionante fue que Pablo fue usado por el poder de Dios para la sanidad de otros, y sin embargo, él tenía que seguir sufriendo el “aguijón que tenía en su propia carne”. Y es que debemos entender que Dios nos ha creado para ser bendición para otros, aunque ello no redunde muchas veces en nuestro propio beneficio. Tomemos nota de Cristo, quien “tomó sobre sí todas nuestras enfermedades”. Lo más importante de todo, es que allá donde estemos, incluso después de un naufragio a punto de perder la vida, debemos seguir dispuestos a dejarnos usar por Dios para darle gloria donde quiera que vayamos. Los habitantes de aquella isla nunca hubieran imaginado que su generosidad iba a ser recompensada mucho más allá de toda la riqueza que pudiesen haber recibido de los restos de un naufragio, con la irrupción de la gracia de Dios en sus casas. “Ahora no estoy en un buen momento para...” podrían ser las palabras lógicas bajo el punto de vista humano, pero no bajo el de Dios. Siempre hay recompensa para aquel que le de un “vaso de agua a uno de sus pequeños”, y a veces, el milagro menos esperado.

- Dios mío, tú que rechazaste tu propio beneficio por salvarme a mí, no permitas que jamás mi egoísmo me haga olvidar el compromiso que me enseñaste a tener para ayudar también a otros. Señor, usa mis manos como un instrumento tuyo para obrar milagros.