Nuevo año, nuevas misericordiasMuestra

Aquí está la conclusión. La vida cristiana, la iglesia, nuestra fe no se trata de nosotros, se trata de Él: Su plan, Su reino, Su gloria.

Realmente es la lucha de las luchas. Es contradictorio para todos nosotros. Es lo que hace que nuestras vidas se vuelvan desordenadas y que nuestras relaciones entren en conflicto. Es lo que desvía nuestros pensamientos y secuestra nuestros deseos. Es lo que se encuentra debajo de todas las demás cosas que podría señalar y que defiende nuestra necesidad de la gracia. Es la única batalla de la que uno nunca escapa. Es el único lugar donde diez de cada diez de nosotros necesitamos ser rescatados. Es la lucha que Dios libra por nosotros para ayudarnos a recordar que la vida simplemente no se trata de nosotros. Se trata de Dios: Su plan, Su reino y Su gloria.

Esta es precisamente la razón por la que las primeras cuatro palabras de la Biblia pueden ser sus palabras más importantes: “En el principio, Dios. . . " Estas son cuatro palabras tremendamente importantes. Realmente cambian todo, desde la forma en que piensas acerca de tu identidad, significado y propósito hasta la forma en que abordas incluso los deberes humanos más incidentales. Todo lo que fue creado fue hecho por Dios y para Dios. Todas las glorias del mundo creado fueron diseñadas para apuntar a Su gloria. El universo es suyo, diseñado para funcionar de acuerdo con su propósito y plan. Eso nos incluye a ti y a mí. No fuimos hechos para vivir vidas independientes y autodirigidas. No estábamos destinados a existir de acuerdo con nuestros pequeños planes egoístas, viviendo para nuestros propios momentos de gloria. No, fuimos creados para vivir para Él.

¿Dónde está destinado a encontrar expresión esta vida hacia Dios? Está destinado a ser expresado no solo en la dimensión religiosa de nuestras vidas, sino en todos los aspectos de nuestra existencia. Me encanta cómo Pablo captura esto en 1 Corintios 10:31: "Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios." Cuando Pablo piensa en el llamado a vivir para la gloria de Dios, no piensa primero en los grandes momentos de la vida, que cambian la vida y son conscientemente espirituales. No, piensa en algo tan mundano y repetitivo como comer y beber. Incluso las tareas más regulares y aparentemente sin importancia de mi vida deben ser moldeadas y dirigidas por un deseo sincero de la gloria de Dios. Ahora, no sé vosotros, pero en el ajetreo de la vida pierdo de vista la existencia de Dios, ¡y mucho menos su gloria!

Comencemos el nuevo año admitiendo que no hay nada menos natural para nosotros que vivir para la gloria de otro. Esta admisión es la puerta no a la desesperación, sino a la esperanza. Dios sabía que en tu pecado nunca vivirías de esta manera, por eso envió a Su Hijo a vivir la vida que tú no pudiste, a morir por ti y a resucitar, conquistando el pecado y la muerte. Él hizo esto para que tú no solo seas perdonado por tu lealtad a su propia gloria, sino que tengas toda la gracia que necesitas para vivir por la Suya. Cuando admites tu necesidad de ayuda, te conectas con el rescate que Él ya ha proporcionado en Su Hijo, Jesús. Busca esperanza volviendo a buscar el rescate hoy.

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