Reconecta tu corazón: 10 días para combatir el pecadoMuestra

La forma incorrecta de luchar contra el pecado

Cuando quieres dejar de cometer un pecado, ¿qué haces?

¿Tratas de privarte de algo, mantenerte alejado de situaciones tentadoras o tratar de distraerte con actividades más inofensivas?

Probablemente ya hayas aprendido esto a través de la práctica, pero ninguna de estas técnicas funcionará. No puedes privarte de ti mismo, ignorar tus deseos o someter tu voluntad. ¿Por qué? Porque tu mente y tu voluntad no son el centro de tu proceso de toma de decisiones. Tu corazón es. Si no amas algo, no lo harás. Si no odias algo, no lo dejarás en paz.

Sin embargo, en muchos de los libros de autoayuda e incluso en los sermones de hoy, la gente predica esta estrategia. Siempre hay algo de “sabiduría” nueva sobre cómo detener los malos hábitos y comenzar con los buenos. Muchos de ellos tratan el pecado como una dieta. Matar de hambre lo malo. Alimentar lo bueno. Pero el pecado no funciona así.

En nuestro pasaje de hoy, Pablo se enfrenta a tácticas religiosas similares de su tiempo. Está tratando de ayudar a su audiencia a luchar contra las indulgencias de la carne pecaminosa (Col. 2:23) y lo terrenal (3:5). Pero antes de decirles cómo hacerlo, les dice cómo no hacerlo.

La gente en la época de Pablo decía que la forma correcta de eliminar el pecado era la privación. “No manipule, no pruebe, no toque” (2:21). Formaron una religión hecha por el hombre en torno a privarse de los bienes básicos - “ascetismo” (2:23) - e infligirse heridas - “gravedad en el cuerpo” (2:23). La forma de luchar contra el pecado era sacártelo a golpes y castigarte cuando no lo haces.

Esta es una versión extrema de lo que hacemos. Por ejemplo, si alguien tiene problemas con la pornografía, es posible que se prive de Internet y de la tecnología. Y cuando recaen, se infligen culpa y vergüenza. El problema es que la privación no puede cambiar el corazón, más que el morirse de hambre logre deshacerse del hambre.

Tal vez esto te suene mal. Tal vez así es como pensaste que debías luchar contra el pecado. No es de extrañar que Pablo dijera: “Estos a la verdad tienen apariencia de sabiduría” (2:23). Sin embargo, nunca funcionará. Tales tácticas pecaminosas “no tienen ningún valor para detener la satisfacción de la carne” (2:23).

Entonces, si así es como no debes luchar contra el pecado, ¿cómo debemos luchar contra el pecado?

Pablo tiene la respuesta. “Busca las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Pon la mirada en las cosas de arriba” (3:1-2).

¿Cómo luchamos contra el pecado? Ponemos nuestra mente en Cristo. No puedes cambiar tu corazón diciendo no a tus deseos. Pero puedes cambiar tu corazón poniendo tu mente en Cristo.

Cuando te recuerdas a ti mismo que “has resucitado con Cristo” (3:1), tu corazón se llena de grandes afectos. Estos afectos reconfigurarán tu corazón para hacer lo que la privación nunca pudo. Poner tu mente en Cristo y su Evangelio matará el pecado en tu vida.