En el principio: Un estudio en Génesis 27-36نموونە
¿Qué esperanza da Dios a las víctimas de agresiones?
Cuando por fin estaba en casa después de ausentarse durante veinte años, Israel (antes Jacob) se instaló en Siquem. La decisión de este padre resultó ser tan devastadora como lo fue la decisión de Lot al establecerse en Sodoma anteriormente en Génesis, ya que debería haber continuado hacia Betel como se suponía.
Finalmente, Jacob tuvo 13 hijos con cuatro mujeres diferentes, dos de las cuales eran sus esposas (las hermanas Lea y Raquel) y dos eran siervas de las esposas. En este momento de su vida, Jacob tenía 12 hijos, ya que su hijo Benjamín aún no había nacido para completar las 12 Tribus de Israel. Por lo tanto, en este momento tenía 11 hijos y sólo una hija, una joven llamada Dina.
Dina salió a visitar a otras mujeres que vivían en la zona a la que su padre no debía haberla trasladado. Mientras estaba fuera, el hijo del hombre que gobernaba esa zona la vio. No está claro si la violó o la sedujo, pero el efecto es, en esencia, el mismo, ya que la profanó y le quitó la virginidad de forma deshonrosa. Peor aún, era un hombre pagano y luego quiso casarse con ella. Los matrimonios mixtos entre creyentes y no creyentes son condenados en toda la Escritura y en el Génesis, Abraham estaba preocupado de que Isaac se casara fuera del pacto como lo había hecho Ismael y el matrimonio mixto de Esaú con las hititas no creyentes fue una fuente de grandes problemas. Jacob guardó silencio sobre la deshonra de su hija hasta que sus hermanos llegaron a casa. Los muchachos estaban, con razón, apenados y furiosos, además de asqueados por la idea de permitir que su hermana se casara con aquel hombre incrédulo y vil. Los hermanos de Dina idearon entonces un plan para utilizar el pacto de la circuncisión, instituido por Dios con Abraham en Génesis 17, de forma engañosa para vengar la deshonra de su hermana.
Desde el punto de vista teológico, la pregunta que debe responderse es si Jacob tenía razón al reprender a sus hijos aquí, así como en Génesis 49:5-7, o si los hermanos tenían razón al vengar a su hermana mientras su padre se quedaba de brazos cruzados. Todos estos hombres pecaron. Todos los hombres de esta historia pecan, ya sea por comisión (al hacer el mal o tener la intención de hacerlo) o por omisión (al quedarse de brazos cruzados y no hacer nada para defender a una joven que fue profanada).
Por lo tanto, en Jacob, vemos otra mini caída no muy diferente a la de Adán, Noé y Abraham. Después de entrar en una relación de pacto con Dios, y de ver cómo Él salvaba su vida por medio de su misericordia, Jacob respondió en pecado a causa de su incredulidad. Como sucede en todo el Génesis, el pecado humano es utilizado para los propósitos de Dios, ya que la línea de la familia del pacto es protegida de los matrimonios mixtos con los siquemitas mediante la matanza de Simeón y Leví.
Afortunadamente, a través de esta familia vendría Jesucristo, quien también fue abusado y profanado. A lo largo de la Escritura, se utilizan una docena de palabras hebreas y griegas para explicar el pecado en términos de contaminación, a menudo traducidas al español como profanación, suciedad e inmundicia. Algunos ejemplos de las causas de la profanación incluyen pecados sexuales como la agresión sexual, el incesto, el adulterio, la prostitución y la bestialidad. Además, los lugares en los que se ha cometido el pecado de la profanación también pueden llegar a ser contaminados, como las locaciones y los lechos matrimoniales.
Los resultados de la profanación son muchos. Algunas personas responden aceptando su condición de profanación como su identidad inmutable y viven vidas sucias y pecaminosas, marcados por lo que han hecho, en lugar de lo que Jesús ha hecho por ellos. Otros están tan paralizados por la vergüenza que, en esencia, se cierran emocionalmente y viven vidas aisladas esforzándose para no sentirse vulnerables o heridos de nuevo. Otros buscan adormecer su dolor a través de las drogas, el alcohol, el sexo, el poder, el éxito, o cualquier otra cosa que les permita dejar de sentir o empezar a sentirse valorados.
Cuando pecamos, necesitamos arrepentirnos. Cuando pecamos, necesitamos ser limpiados. 1 Juan 1:7-9 dice: “Mas si andamos en la luz, como Él está en la luz, tenemos comunión los unos con los otros, y la sangre de Jesús su Hijo nos limpia de todo pecado. Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonarnos los pecados y para limpiarnos de toda maldad”.
El pecado nos ha tocado a todos y retiene la vida en la oscuridad contaminante de la vergüenza, la culpa y el aislamiento. El pecado niega nuestra herida o hace esfuerzos por ocultar nuestras heridas. Por el contrario, la limpieza viene a través de vivir una vida auténtica y honesta, trayendo nuestras impurezas hacia la luz para que Jesús y, amigos cristianos confiables, puedan vernos y así sean agentes de sanidad en nuestra vida. Es la muerte de Jesús en la cruz la que perdona nuestros pecados y nos limpia de las manchas que el pecado ha dejado en nuestras almas, tanto los pecados que hemos cometido como los que se han cometido en contra de nosotros. Debido al sacrificio de Jesús por nosotros, debemos vernos a nosotros mismos vestidos de su justicia y no como contaminados por lo que alguien más haya hecho en nuestra contra.
Pregunta:
¿Por qué es importante que las víctimas de agresiones sexuales sepan que Jesús puede quitarles cualquier sensación de inmundicia y puede limpiarlos de todo mal? (1 Juan 1:7-9)
Scripture
About this Plan
En este plan de 9 días, estudiaremos Génesis desde el capítulo 27 al 36, enfocándonos en la fidelidad de Dios hacia las familias pecadoras en las que Él obra para su gloria. Esperamos que puedas aprender la importancia de una buena conformación familiar, que esperar la voluntad de Dios siempre es lo mejor, y que la bendición de Dios es vital para que tu vida prospere.
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