OBJETOS PERDIDOS

Escrito por Danny Saavedra

“Yo soy el camino, la verdad y la vida —le contestó Jesús—. Nadie llega al Padre sino por mí.” —Juan 14:6 (NVI)­

 ¿Alguna vez te has perdido? Tal vez cuando eras niño, te alejaste en una tienda y terminaste separado de tus padres. Tal vez tomaste un giro equivocado en algún lugar y terminaste en un camino que no reconocias. Es posible que el GPS que estabas usando te haya llevado por el camino equivocado o te hayan dado malas direcciones. 

Si alguna vez te has perdido, sabes lo frustrante y aterrador que es. Se experimenta incertidumbre y confusión en ese momento. Muchas veces, cuando la gente se pierde, dicen cosas como “¿Cómo terminé aquí?” “¿Qué hice mal?” “¿Cómo llego a donde se supone que debo estar?” 

Para la mayoría de las personas, es algo aterrador sentirse perdidas. ¿Por qué? Porque se sienten aislados y solos. Y si somos honestos, no hay nada más aterrador o peor que estar solo. Y cuando nos encontramos en un lugar asi, lo único que podemos hacer es pedir ayuda porque necesitamos a alguien que nos muestre el camino. 

Lo mismo es cierto en nuestra vida espiritual. Al igual que las personas que se pierden físicamente, hay personas a nuestro alrededor en este momento que se sienten perdidas espiritualmente, que luchan con preguntas similares pero a un nivel íntimo y personal.

A veces, incluso como cristianos, nos enncontramos en lugares muy difíciles, los cuales todos en algún momento experimentamos a diferentes niveles y en diferentes momentos de nuestras vidas. Es posible que tu estés en ese lugar en este momento, si es así, entiende que no estás solo. Hoy, tenemos una visión de un momento en las Escrituras donde los discípulos de Jesús se encontraron perdidos espiritualmente. 

En Juan 14, durante la Última Cena, Jesús compartió con sus discípulos muchas cosas preocupantes que sucederían, cosas que sin duda habrían infundido miedo, duda y confusión en ellos, pero Jesús les dijo que no dejaran que sus corazones se turbaran, porque ellos ya conocían el camino. Y luego Tomas preguntó: “Señor, no sabemos a dónde vas, entonces, ¿cómo podemos saber el camino?” (Juan 14:5 NVI) Y Jesús respondió con esta poderosa declaración en la cual podemos siempre apoyarnos con firmeza, y sentirnos seguros y estables: “Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie viene al Padre sino por mí.”(Juan 14:6 NVI). 

Cuando Jesús declaró que El era el camino, la verdad y la vida, no solo les estaba diciendo a sus discípulos que debían creer en Él para ser salvos. En contexto, para el oyente judío del primer siglo, estas palabras significaban mucho más ¿Cómo es eso? Bueno, Jesús estaba usando las mismas palabras para describirse a sí mismo que todos los judíos usaban para describir la Torá, la Palabra de Dios. Jesús estaba diciendo que Él es la Torá viviente, el cumplimiento de la promesa de Dios, la encarnación literal de la verdad de Dios.

 ¡Jesucristo es la encarnación viva de la Palabra de Dios y la verdad de Dios! Él es Dios hecho carne y vino a buscar y salvar a los perdidos, a mostrarnos a Dios y a ser El, nuestro camino hacia Dios. Es por eso que después de decirle a Sus discípulos, “Conocen el camino” (Juan 14:4 NVI), Él dice: “Si realmente me conoces, también conocerás a mi Padre... Cualquiera que me haya visto ha visto al Padre” (Juan 14:7-9). 

Dios mismo vino a guiarnos para que lo conociéramos y fueramos conocidos por Él, para que lo encontraramos y fueramos encontrados por Él, para perdonarnos y para que seamos aceptados y salvos por El. Él vino para revelar la verdad que nos hace libres, para guiarnos a toda verdad a través del Espíritu Santo (Juan 16:13) y para santificarnos por medio de Su verdad (Juan 17:17). Él es nuestro único camino a la salvación, al cielo, a la vida eterna, al lugar que todos anhelamos ese lugar mas profundo que todos sonamos con encontrar. 

¿Pero adivina que? “Yo soy el camino, la verdad y la vida” no solo se aplica a nuestra salvación, es una realidad en la que podemos descansar todos los días, una realidad que puede guiarnos a vivir una mejor vida, una realidad que nos brinda seguridad para el mañana y satisfacción para el día de hoy.