El hermano del hijo pródigo

Celebro a otros

Reflexión:

A menudo vemos la parábola del hijo pródigo como un ejemplo de la misericordia del padre hacia su hijo, quien malgastó sus bienes. Creemos que esta parábola se refiere solamente a las personas que se alejan de Dios y, tras sufrir las consecuencias de sus pecados en el mundo, regresan a casa. Sin embargo, no podemos obviar la actitud del hermano mayor, quien, en su corazón, sintió envidia y enojo. Quizás, en algún momento, nos hemos sentido igual, creyendo que merecemos más solo por estar todo el tiempo en la casa de nuestro padre.

1. El servir a Dios no nos exenta de pecar.

Muchas veces creemos que estar en varios ministerios o servir a Dios en diversas áreas nos hace más santos o exentos de los pecados que comete nuestro prójimo. Sin embargo, esto puede deberse a que los pecados de los demás son más visibles, como las adicciones o el adulterio. Olvidamos que también existen pecados que, aunque no sean evidentes, siguen siendo pecados y contaminan nuestro corazón, como la envidia, el orgullo y la creencia de que merecemos más por servir más.

Por ello, es importante que, en nuestras oraciones, seamos humildes y le pidamos a Dios que escudriñe nuestros corazones, revelándonos aquellas cosas que no queremos aceptar, pero que ante Sus ojos no están bien.

“Escudríñame, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis inquietudes” (Salmos 139:23).

2. Su misericordia es infinita.

No podemos olvidar que Dios es un Dios de amor, justo y misericordioso. Sin embargo, muchas veces solo recordamos esto cuando hemos pecado y deseamos Su misericordia. Pero, cuando nuestro hermano peca, queremos que se aplique la justicia. Nuestra mente finita no comprende el inmenso amor de Dios, y antes de cuestionarnos por qué a aquel a quien se le ha perdonado mucho, se le ama más, deberíamos recordar Su amor y fidelidad en nuestras vidas, así como el sacrificio de Su Hijo en la cruz para darnos la vida eterna.

“Todas las sendas del Señor son misericordia y verdad para aquellos que guardan Su pacto y Sus testimonios” (Salmos 25:10).

Oración:

Señor Jesús, te pedimos que escudriñes nuestros corazones y limpies nuestra mente de aquellos pensamientos que no te agradan. Ayúdanos a alegrarnos cuando nuestro hermano el pródigo regrese a casa, para que podamos gozarnos juntamente contigo y anhelar el día en que estemos en el cielo disfrutan- do juntos del banquete. Quita de mi vida cualquier sentimiento de vanagloria u orgullo que me lleve a creer que merezco más por pecar menos o por pecar de manera distinta a mi hermano. Ayúdame a ser humilde y a amar al prójimo como Tú me amas. En el nombre de Jesús, amén.