No temerá mi corazónSample

Hubiera yo desmayado, si no creyese que veré la bondad de Jehová

En la tierra de los vivientes.

Aguarda a Jehová;

Esfuérzate, y aliéntese tu corazón;

Sí, espera a Jehová.

Irónicamente éste es un final abierto. Si solo conociéramos este Salmo y lo analizáramos como un texto aislado no sabríamos cómo termina esta historia...no sabríamos si David fue entregado a sus enemigos o si venció. Sin embargo, David al escribirlo tampoco lo sabía y aun así libera un canto de confianza y de aliento. Él tenía la certeza de cómo sería el final de su batalla porque contaba con el favor del Dios que nunca falla.

Al leer estos últimos dos versículos sin dudas algo en mi interior se estremece y mi mente recuerda las infinitas ocasiones en las que Dios me rescató y no dejó que desmayara. Sin dudas es el mejor final que este salmo podría tener. Es un final que alienta y vivifica nuestros corazones. La vida con Dios no trata solamente de una huida futura al cielo, sino que su bondad también se manifestará en esta vida. Dios no solamente nos promete un futuro celestial brillante, sino que nos promete una vida abundante aquí en la tierra. Promete que, aunque en el mundo encontraremos aflicciones confiemos, porque él ha vencido al mundo, nos promete una vida nueva llena de una paz inexplicable, tan inexplicable que nada en este mundo puede dar la paz que él nos ofrece.

Vale la pena esperar en Dios. "Esperar" significa tener paciencia hasta que Él nos dé la solución, como también significa tener esperanza en que Él hará lo mejor. En el caso de David, el Señor estaba usando esta etapa de soledad y huida para forjar su carácter, dándole múltiples muestras de su presencia y su cuidado, además de hacer que creciera en discernimiento y fuerza moral. Solemos ver el fruto después de las pruebas y dificultades, pero mientras tanto podemos aplicar en nosotros mismos el triple consejo del joven David que llegaría a ser rey: "aguarda a Jehová, aliéntese tu corazón, espera en Jehová".

Habría razón para desmayar y abandonar si no fuera por la promesa y la convicción de que, sea donde sea que me lleven las circunstancias, allí estará Dios. Que aun cuando nuestra fe decaiga, veremos la bondad del Dios que nos creó y que, si grandes son nuestros enemigos, aún más grande es nuestro Dios. La seguridad de la victoria no está en nosotros, en nuestros dones, en nuestro intelecto o nuestra mi fe, sino en Dios.

Una vez más repitámosle a nuestra alma que espere y no desespere, que calle y escuche, que aguarde y no corra tras las voces engañosas. Dios obrará y mostrará su bondad. Ésta promesa debe impulsarnos a obrar más y mejor, dejando el resultado en Sus manos. Nuestro corazón no temerá cuando descanse en Dios.