No temerá mi corazónSample

Jehová es mi luz y mi salvación; ¿de quién temeré?

Jehová es la fortaleza de mi vida; ¿de quién he de atemorizarme?

Cuando se juntaron contra mí los malignos, mis angustiadores y mis enemigos,

Para comer mis carnes, ellos tropezaron y cayeron.

El Salmo 27 fue escrito por el Rey David en un momento de angustia, sin embargo si prestamos atención es un canto de confianza y esperanza que comienza declarando quién es su luz y su salvación.

Si atravesaste o estás atravesando un momento de angustia sabes con certeza lo que es estar rodeado de una sensación de oscuridad. En momentos así, nada nos llena, nada nos alegra, nada puede opacar la angustia y el dolor. Aunque los demás busquen que veamos la famosa "luz al final del túnel" nada puede satisfacer y alegrar a nuestro abatido corazón. David sabía que ninguna palabra de ánimo o consejo que le dieran iba a alivianar su angustia y que el único que podía calmar su temor era Dios. David no se desesperaba con la oscuridad ni con todo lo que ella representaba. Su vida estaba llena del Señor y la consecuencia era la luz.

En los momentos difíciles deberíamos preguntarnos: Si Dios es mi fortaleza, ¿de quién temeré? ¿De quién he de atemorizarme? Deberíamos, al igual que David, recordar situaciones pasadas en las que Dios hizo caer a los enemigos que se nos presentaron en el camino y cómo nos concedió tantas victorias, a modo de rememorar cuán fiel ha sido Dios para con nosotros.

Si de temores hablamos, en mi caso particular hay un miedo con el que lucho todos los días: el miedo a un futuro incierto. Siempre fui una persona a la cual le gusta tener todo en su control, y un tiempo aparte todos los planes que había hecho para mi futuro se desmoronaron. Dedicación, tiempo, esfuerzo, cariño y promesas que parecían ya no tener sentido. Se habían esfumado en un abrir y cerrar de ojos y tengo que confesar que ante esto me vi completamente desesperada. No sabía hacia dónde ir ni cómo comenzar de cero. Fue ahí que decidí hacer algo que nunca había hecho en su 100% (aunque claro, yo creía que sí) y ese algo fue entregarle por completo mi vida y mi futuro a Dios. Luego de muchos meses de lágrimas comprendí que nada puedo hacer sola y que de nada sirve tener el control sobre una situación porque tarde o temprano, lo voy a perder. Una noche en mi momento de oración me encontré con el Salmo 27 e hice mías las palabras del rey David: ¿De quién temeré? O más bien, ¿de qué temeré? El temor se desvanece cuando ponemos nuestra mirada en el lugar correcto. Dios es luz y salvación a quienes confían en Él, es nuestro refugio en las tormentas y nuestra tranquilidad en las angustias. Si confiamos en Él como guardador de nuestro presente y futuro podemos estar tranquilos, porque Él cuida de nosotros.

Quizá tu temor no sea el mismo que el mío. Quizá hoy le temes al rechazo, al fracaso, a una enfermedad o a la soledad. Sea cual sea tu miedo, cuando te enfrentas a él, ¿recuerdas la fidelidad de Dios en tiempos pasados? ¿Te concentras en la oscuridad que te rodea o fijas tus ojos en la luz a la cual puedes acudir en todo momento?

Si sientes que el mundo se desmorona cuando no está en tus manos, quizá a través de las situaciones complejas que hoy te tocan vivir, Dios te esté invitando a que sueltes y dejes, en sus manos poderosas, todos tus deseos y proyectos. Estar dispuestos a entregarle nuestra vida por completo a Dios implica no simplemente orar para que Él guíe nuestros pasos, sino también aceptar deliberadamente que sus planes siempre van a ser mejores que los nuestros, aunque hoy no lo entendamos.

Pidamos a Dios que nos ayude a confiar en su fidelidad en los tiempos de dificultad, que nos ayude a entender que Él pelea aquellas batallas que nosotros no podemos pelear. Él renueva nuestras fuerzas, ilumina nuestro camino y cuida nuestro corazón de quienes buscan hacernos daño.

Nada puede separarnos ni quitarnos la paz y confianza que Dios no da, no hay cosa terrenal que se le compare y no hay enemigo que Dios no pueda vencer.