Él Nos Entiende: Prioridades Al Revés | Plan 7Sample
Jesús renunció a la venganza
«Los que habían arrestado a Jesús lo llevaron ante Caifás, el sumo sacerdote, donde se habían reunido los maestros de la Ley y los líderes religiosos. Pero Pedro lo siguió de lejos hasta el patio del sumo sacerdote. Entró y se sentó con los guardias para ver en qué terminaba aquello» (Mateo 26:57-58).
«También llevaban con él a otros dos, ambos criminales, para ser ejecutados. Cuando llegaron al lugar llamado la Calavera, lo crucificaron allí, junto con los criminales, uno a su derecha y otro a su izquierda.
—Padre —dijo Jesús—, perdónalos, porque no saben lo que hacen» (Lucas 23:32-34).
«Asegúrense de que nadie pague mal por mal; más bien, esfuércense siempre por hacer el bien, no solo entre ustedes, sino a todos» (1 Tesalonicenses 5:15).
Revancha. Es un buen tema para una película de mafia o de balaceras del oeste. Pero la venganza es una muy mala elección de estilo de vida. No es que no entendamos por qué la gente la quiere —a todos se nos ha herido—. Todos queremos que se haga justicia. Pero, ¿a qué precio?
Si hubiera querido, Jesús podría haber guardado una larga lista de revancha para quienes lo habían lastimado. A la cabeza de la lista habría estado la multitud voluble que clamaba hacerlo rey un fin de semana, y que gritaba, «¡Crucifíquenlo!» al siguiente. Luego enumeraría los nombres de sus amigos más cercanos que prometieron permanecer a su lado durante la cena, y que para el desayuno ya habían huido al ponerse peligrosa la situación.
Pero Jesús no le reprocho nada a nadie.
Entonces cayó la noche, una de las más oscuras de la historia, cuando Jesús fue no solo arrastrado y golpeado, sino que se mintió sobre Él en un juicio corrupto tras otro —seis en total—. Los tabloides de hoy en día habrían detallado la historia, pero solo los sacerdotes judíos y la policía romana sabían lo que estaba sucediendo ese viernes por la mañana entre la medianoche y las 8 a. m.
La justicia se hizo de la vista gorda en Jerusalén ese día.
Así es como se desarrolló la trama: desde Getsemaní, donde Jesús fue arrestado, un batallón de soldados lo condujo por las calles vacías hasta la casa de Anás (a la medianoche), luego a la de Caifás (a la 1 a. m.), luego al Sanedrín (temprano en la mañana), luego lo llevan a Pilato (antes de las 6 a.m.), luego a Herodes Antipas (7 a. m.) y de nuevo a Pilato (a las 8 a. m.). Para las 9 a. m. de esa mañana, Jesús colgaba de la cruz.
Sin embargo, a través de todo el este embrollo ilegal, Jesús renunció a su derecho de venganza.
· No se resistió.
· No respondió a sus críticos.
· No se enojó en el momento equivocado ni con las cosas equivocadas.
· No discutió ni intentó explicar sus acciones.
· No se quejó de su trato injusto.
· En cambio, se mantuvo callado y siguió hablando con su padre en el cielo.
· Solo abrió la boca para rezar por sus enemigos y despedirse de su madre, y para perdonar.
La realidad de lo que estaba sucediendo no le pasó desapercibida. Y nada de eso le sorprendió. Jesús estaba determinado a lograr lo que había venido a hacer.
Y lo hizo.
Considera esto: ¿Alguna vez has tenido pensamientos vengativos hacia quienes te han hecho daño? ¿Qué se necesitaría para dar la otra mejilla?
Gracias por leer con nosotros. Si quieres explorar más sobre esta mirada radical al verdadero Jesús, haz clic aquí.
About this Plan
¿Qué era tan importante para Jesús que voluntariamente renunció a una vida cómoda? ¿Un sentido de orgullo o importancia? ¿O una merecida revancha? Él no quería estas cosas como pudiéramos esperar. Pero cuanto más rechazaba el camino normal hacia el éxito, más crecía su impacto. Jesús no quería ninguna de estas cosas —en vez Él buscaba una forma diferente de vivir. Mejor que cualquier cosa que pudiéramos imaginar—.
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