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Él nos entiende. ¿A quién amaba Jesús?Sample

Él nos entiende. ¿A quién amaba Jesús?

DAY 8 OF 9

#8 Jesús ama al incrédulo.

No hay duda al respecto, a veces es difícil creer.

Por lo general, no nos proponemos dudar. Para la mayoría de nosotros, el dolor de la vida simplemente nos agarra desprevenidos. La realidad de las dificultades nos hace tropezar. Al estar solos en nuestro dolor o circunstancias difíciles, la duda crece fuera de control.

No podemos hablar de la duda en la historia de Jesús sin mencionar a Tomás. «Tomás el dudoso», lo llamaba la gente. (¿No son crueles los apodos?)

Jesús reclutó a Tomás para que fuera su alumno junto con otros pescadores. La primera vez que escuchamos a Tomás, él está reuniendo a los otros discípulos para que sigan a Jesús a Jerusalén: «Vayamos para que podamos morir con él».

Entiende bien esto: a Tomás nunca le faltó compromiso.

Tampoco dejó de pensar. Tuvo las agallas de levantar la mano y preguntarle al maestro:

—Espera. No entiendo. ¿Puedes explicarlo?

La verdad es que Jesús nunca tuvo ningún problema con las personas que hacían las preguntas. Si alguna vez se molestó, fue con aquellos que pensaban que tenían todas las respuestas.

Tomás no tenía respuestas. Toda su adrenalina se derramó mientras veía morir a Jesús. La escena quedó grabada permanentemente en su memoria.

Después escuchó rumores de que Jesús estaba vivo otra vez. Pero, perdón, Tomás no podía creer lo que había escuchado, ni siquiera cuando había escuchado a Jesús prometerlo él mismo. Todavía tenía dudas serias y honestas.

El momento característico de Tomás ocurrió un par de días después. Desde aquel fatídico fin de semana, Tomás se había estado alejando del grupo, luchando aislado de los demás (una decisión peligrosa, tanto en aquel entonces como ahora). Las dudas solo se hacen más grandes cuando estás solo.

Alrededor de ese entonces, Jesús, de regreso de la muerte, visita a sus estudiantes en la habitación donde cenaron por última vez. Pero Tomás no está allí. La siguiente vez que se reunieron, no dejaron de hablar sobre lo que había sucedido. Pero Tomás dice:

—Lo siento muchachos; Simplemente no estoy listo todavía. «Mientras no vea yo la marca de los clavos en sus manos, y meta mi dedo en las marcas y mi mano en su costado, no lo creeré».

Tomás quería creer, pero era demasiado. Todo lo que quería era ver lo que los otros muchachos habían visto. Luego, ocho días después, Jesús aparece justo en medio de la habitación. Tomás estaba allí esta vez.

Cuando Jesús volvió a entrar, se enfocó directamente en Tomás. Le encantaba su lucha tan real. Lo llamó. Qué momento tan surreal fue este para Tomás.

—Aquí, —dijo Jesús—. Pon tu dedo aquí y mira mis manos. Acerca tu mano y métela en mi costado. Y no seas incrédulo, sino hombre de fe.

Pero Tomás no quería tocar las heridas de Jesús ni meter sus manos en su costado. Simplemente jadeó y dijo:

—¡Mi Señor y mi Dios!

—Tomás, porque me has visto, has creído —le dijo Jesús—; dichosos los que no han visto y sin embargo creen.

Entonces Jesús ingresó la parte sobre nosotros… (Ingresa tu nombre)

—Bienaventurado eres, __________________________________, porque no has visto y sin embargo crees.

Bendito eres tú leyendo esto ahora si crees habiendo nunca visto las manos cicatrizadas de Jesús. No son bienaventurados los que nunca cuestionan, pero bienaventurados son ustedes, los que creen que Jesús es quien dijo. Bienaventurados sois, dijo Jesús.

Los estudiantes de Jesús que lo vieron en la cruz y luego lo vieron resucitar nunca volvieron a dudar de Jesús.

Jesús ama al que duda. Le encantan las preguntas honestas. Le encanta cuando las dudas conducen a más exploración.

Adelante, ve a averiguarlo.

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Él nos entiende. ¿A quién amaba Jesús?

El amor es el tema subyacente de toda gran historia. Pero para ser honestos, esta historia se pone complicada. Eso es lo que notarás al ver más de cerca la vida de Jesús. Mas allá de lo que vemos en los retratos de Jesús en esos coloridos vitrales en lo alto de las catedrales, veamos de cerca la manera en la que Él amó a las personas quebrantadas en lugares un poco más realistas. Los vitrales pueden agrietarse, pero así es como dejan entrar la luz.

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