Él nos entiende. ¿A quién amaba Jesús?Sample
#4 Jesús amaba a quienes cruzaban las fronteras raciales.
La gente como tú no habla con gente como yo. Esto le sucedió mucho con Jesús. Él ignoró los muros que nos dividen y habló, caminó, visitó y amó a la gente cruzando cada frontera hecha por el hombre.
Una de estas conversaciones la tuvo con alguien fuera de su mundo judío un día en que Jesús necesitaba un tiempo alejado de las multitudes. Llevó a sus estudiantes 40 millas al norte a un país donde la gente no los conociera. Pero había ahí una mujer, solo una, que reconoció a Jesús. Ella era griega, una fenicia de Siria. Ella había oído hablar de este maestro judío y de los milagros que había realizado. Claro, Él era de otra cultura con otro sistema de creencias y ella no pertenecía a su mundo judío. Pero tras la posibilidad de que Él pudiera sanar a su hija, a ella no le importó seguirlos, suplicando ayuda. Ella no se daría por vencida, no cuando la esperanza estaba tan cerca.
Finalmente, Jesús respondió su súplica de ayuda, pero no lo hizo como todos esperaban.
—No está bien quitarles el pan a los hijos y echárselo a los perros.
¿Qué dijo Jesús? ¡Ni siquiera tiene sentido! ¡Y es grosero! Pero Jesús sabía exactamente lo que estaba haciendo. La respuesta de la mujer fue rápida. Humildemente, y tal vez con un guiño en sus ojos, le devolvió sus palabras a Jesús:
—Tienes razón, Maestro, pero incluso los cachorros se alimentan de migajas de la mesa. Incluso si no tengo derecho a sentarme en la mesa judía, al menos puedo pedir una migaja de misericordia... —Eso sería suficiente, parecía haber dicho. Solo una migaja de misericordia.
Y Jesús sonrió ante su encantador desafío. Ella pasó la prueba y Él estuvo de acuerdo.
—Oh, mujer, tu fe es hermosa. ¡Lo que deseas obtendrás!
Eso fue suficiente para ella. Se fue a casa y encontró a su hija en paz.
En una tierra a la que los judíos no iban, Jesús cruzó una barrera racial y cultural, y sorprendió a todos con su gracia. Ayudó a una mujer desesperada de una cultura y raza diferentes que arriesgó confiar en un rabino judío y en un grupo de estudiantes confundidos que aprendieron que Jesús ayudará a cualquiera… a cualquiera que se lo pida.
«Cualquiera» parecía ser la palabra mágica de Jesús. Él servía a cualquiera que se lo pidiera o a cualquiera que lo necesitara. Sin importar la edad, el sexo, la raza, la cultura, la posición política, la convicción religiosa, todos son bienvenidos. El único requisito es que se lo tienen que pedir.
Jesús estaba más interesado en incluir a todos que en excluirlos. Si bien es posible que no siempre fuera invitado a la fiesta, Jesús siempre invitaba a cualquiera que viniera a la suya.
«Yo soy la luz del mundo. El que me sigue (cualquiera) no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida» Juan 8:12.
«Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna» Juan 3:16.
Scripture
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El amor es el tema subyacente de toda gran historia. Pero para ser honestos, esta historia se pone complicada. Eso es lo que notarás al ver más de cerca la vida de Jesús. Mas allá de lo que vemos en los retratos de Jesús en esos coloridos vitrales en lo alto de las catedrales, veamos de cerca la manera en la que Él amó a las personas quebrantadas en lugares un poco más realistas. Los vitrales pueden agrietarse, pero así es como dejan entrar la luz.
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