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Cómo obra la fe: Un estudio de Santiago

DAY 4 OF 12

¿Cómo obra la fe con las personas que no te agradan?

Cuando era un pastor joven, mi esposa Grace y yo comenzamos a enseñar un estudio bíblico para jóvenes de edad universitaria. Cerca de la universidad había numerosos jóvenes sin hogar que se mezclaban con los universitarios en las cafeterías y salas de conciertos locales. Como regla general, los universitarios se veían como los típicos habitantes de los suburbios de clase media y media alta, vestidos impecables. En contraste, los chicos sin hogar vestían mucho de negro, dormían con la ropa puesta, se bañaban con poca frecuencia y fumaban muchos cigarrillos.

Para alcanzar a ambos grupos, predicaba un servicio muy tarde en la noche, sin guardería infantil, en una sala de conciertos de punk rock. De vez en cuando, una familia cristiana impecable se presentaba a la iglesia. Recuerdo una familia que estaba completamente fuera de su elemento, así que me acerqué a ellos para darles la bienvenida. Preguntaron si tenían la dirección correcta y si éramos una iglesia. Le expliqué que estábamos tratando de ser misioneros para jóvenes que no conocían a Jesús y nos preocupaba mucho más que conocieran a Jesús y tuvieran el Espíritu Santo en ellos que lo que veíamos en el exterior. Para su crédito, esta familia superó su incomodidad, asistió a un servicio y se quedó una temporada para servir a los jóvenes sin hogar. Estaba muy orgulloso de ellos, ya que obedecieron el corazón de lo que Santiago 2 nos anima a hacer.

Todos nos imaginamos que somos imparciales ante las apariencias externas, pero la realidad a menudo revela nuestros prejuicios. Al comienzo del capítulo 2, el apóstol Santiago exhorta a los creyentes a demostrar su fe a través de la acción al no mostrar un trato preferencial. La Biblia dice que el hombre mira lo exterior, pero que Dios mira lo interior (1 Samuel 16:7). Jesús también reprendió a los hipócritas religiosos que por fuera se hacían ver bien para los demás, pero ante Dios, tenían un aspecto terrible por dentro (Mateo 7:15, 23:7-8). Juzgar a alguien por fuera es sencillo: no necesitamos conocer, ni saber nada de ellos. Conocer a alguien interiormente es más difícil: necesitamos acercarnos a ellos, hacer preguntas, escuchar y oír sobre su viaje en la vida y dónde están con Jesucristo.

Las conversaciones sobre el dinero y el estatus en la iglesia suelen ser incómodas, pero Santiago habla de estos temas con frecuencia. Santiago, como teólogo práctico que es, insta a los creyentes a hacer solo las distinciones que Dios mismo hace. Todos tenemos algunas preferencias que pueden convertirse en nuestros prejuicios y, si no tomamos en serio las instrucciones de Santiago, podemos desanimar a nuestros hermanos y hermanas en Cristo, y perdernos de algunas relaciones que también nos ayudarían a madurar.

Comprender la dinámica social no requiere un título en sociología. Todo lo que se necesita es presenciar la hora del almuerzo en tu escuela secundaria local. O estás en un grupo determinado o estás fuera. Pero la iglesia, nos dice Santiago, es una familia donde la parcialidad es un pecado.

El factor único unificador en el Reino de Dios es que todos los cristianos han recibido misericordia de Dios en Cristo. Las jerarquías sociales de ricos y pobres, aquellos con estatus y aquellos que no lo tienen, ya no se aplican a la familia de Dios. En el Reino, no se trata de lo que hacemos, lo que tenemos o quiénes somos, sino de lo que Cristo ha hecho, lo que Cristo ha dado y quiénes somos en Cristo.

Nuestra respuesta a los demás a través del poder del Espíritu Santo es la imparcialidad y la misericordia. Por medio de Jesús, la misericordia triunfa sobre el juicio.

Entonces, como hermanos y hermanas de la familia de Dios, ¿cómo podríamos juzgarnos unos a otros por las apariencias externas? ¿A quién queremos impresionar? Santiago nos recuerda que Dios ha bendecido a los pobres con una fe rica. Algunos de nosotros, al estar libres de posesiones mundanas, nos hemos apoyado en Cristo y hemos aprendido el gozo de la fe inquebrantable. Como dice C.S. Lewis, “El que tiene a Dios y todo lo demás no tiene más que el que tiene solamente a Dios”, salvo que el que lo tiene todo está más tentado de olvidar al que se lo dio todo.

Como cristianos, cada uno de nosotros se alegra de que Dios haya elegido darnos misericordia en lugar de juicio. De hecho, sin misericordia no podríamos tener una relación con Dios. Santiago nos pide que modelemos nuestras relaciones según nuestra relación con Dios. En lugar de juzgar a las personas a las que Dios ha salvado y les ha dado misericordia, no debemos juzgarlas, sino unirnos a Él para darles misericordia. Esto se ve en amor, gracia, bondad y paciencia que nos ayuda a llegar a ser más como Jesucristo.

¿Hacia qué grupos de personas has sido parcial o crítico? ¿Cómo puedes arrepentirte de estas actitudes y practicar la misericordia?

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Cómo obra la fe: Un estudio de Santiago

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