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Inflado

Habacuc 2:4, que habla acerca de los justos que viven por fe, es un versículo que emerge muchas veces en las Escrituras, incluyendo Romanos, Hebreos y Gálatas. Se cita en la frase final de Romanos 1:16-17, «el justo vivirá por la fe».  

Habacuc dice que lo opuesto de la justicia es el orgullo: estar «inflado». El fruto de una vida fiel es la justicia. La injusticia viene de ser egoísta, del buscar complacer nuestros apetitos.

En contexto, este versículo es la respuesta de Dios a la pregunta de Habacuc: «¿Por qué no haces justicia, y juzgas la iniquidad?». Dios le responde: «Estoy trayendo a los babilonios para juzgar a Israel al invadirlos». Habacuc entonces dice: «Sólo soy un hombre, así que por favor no te enojes conmigo por hacer otra pregunta. ¿Pero cómo es eso justicia? ¡Los babilonios son aún peores!». Dios responde: «Los justos vivirán por fe, y los orgullosos no». Entonces Dios procede a decir que los babilonios también serán juzgados a su debido tiempo.

Los «creyentes mundialmente famosos» en Roma a los que Pablo les escribe necesitaban ser liberados del orgullo, pues ellos perseguían el cumplimiento de deseos dañinos. A pesar de que como creyentes hemos sido hechos una nueva creación en Cristo, todavía tenemos los deseos perversos de la carne. Necesitamos liberación todos los días. 

La carne clama por tener el control y quiere que nos aseguremos de recibir nuestra cuota y de satisfacer apetitos insaciables. La naturaleza del «viejo hombre» es experta en justificar las acciones y racionalizarlas contra lo que el Espíritu Santo quiere que hagamos. Si seguimos la naturaleza de nuestro viejo hombre, la consecuencia será la muerte.

Recibiremos la muerte de nuestra libertad por causa de la adicción; el fin de nuestras relaciones como resultado del egoísmo; la desaparición de nuestros dones por la falta de uso. 

Pablo alienta a todos los creyentes a seguir un mejor camino, a una vida en el poder del Evangelio de Jesucristo. Cristo vino a liberarnos no sólo del juicio eterno, sino también del poder de destrucción del pecado. Hoy podemos recibir el poder de resurrección de Cristo que nos habita cuando estemos dispuestos a dejar a un lado el interés propio. 

¿Has tomado esa decisión hoy: lo que yo quiero o vivir por la fe?