Todo lleva al ahoraSample

¿Parabrisas o espejo retrovisor? 

Después de todo lo que los seguidores de Moisés habían visto hacer a Dios, uno podría pensar que su fe estaría por los cielos. Habiendo sido testigos de las plagas y de cómo Dios dominó a los dioses y a los magos de los egipcios, deberían estar llenos de temor de Dios, y confiar en Él en cada vaivén de la vida.

Comenzaron fuertes, pero su fe no duró mucho. Iban marchando con valentía en un momento, aterrorizados al siguiente. No podemos catalogar a los israelitas junto con los demás «gatos asustadizos» de la Biblia, porque nos identificamos con ellos demasiado bien. Nuestra fe con frecuencia también es débil y olvidadiza. Dios hace mucho por nosotros, y todavía nos preguntamos nerviosamente si continuará ayudándonos. Nuestro momento de valentía se convierte en mil pequeños terrores. Nos preparamos en oración para compartir nuestra fe, pero cuando llega la oportunidad, un silencio incómodo es seguido por: «¿Qué tal el clima?». Nos entusiasmamos por una oportunidad de servir o por una clase de estudio bíblico que nunca tomamos a causa de la tiranía de lo urgente.

¿Qué hizo que los israelitas recién liberados cambiaran tan pronto su ánimo de celebración? La oposición. Cuando vieron al enemigo pisándoles los talones, perdieron los papeles. Delante de ellos —el parabrisas— la columna de nube del liderazgo de Dios. Pero el espejo retrovisor les mostró que detrás venían hombres poderosos en carros persiguiéndolos. ¿Hacia dónde miras? ¿Adelante o hacia atrás?

Cuando la oposición llega, estás a punto de ver un milagro si pones la vista en el parabrisas en la dirección de Dios. Nuestros amigos en sandalias se enfocaron primero en los carros del espejo retrovisor, lo cual generó quejas, ¡y una extraña nostalgia por la esclavitud pasada! Le dijeron a Moisés que los dejara en paz, y se preguntaron en voz alta si toda la razón de su viaje era que no había suficientes sepulcros en Egipto. Este es el principio en acción: Cuando encontramos oposición en el camino, los malos días de antaño, parecen como los buenos días de antaño. La esclavitud es preferible a la libertad porque la esclavitud es un mal conocido. La preocupación es más familiar que la fe, y el orgullo es más natural que la humildad, así que nos dejamos llevar. Las viejas costumbres y los viejos camaradas son reconocibles, mientras que confiar en Dios para lo nuevo parece solitario y extraño.