«El Sonido De Los Cielos»Muestra

«Recibieron el poder»

Nosotros, también necesitamos reconocer tanto la ley como el amor en nuestra relación con Dios. La ley nos da instrucciones para obedecer a Dios, sin embargo, también nos revela nuestra necesidad de un Salvador, porque entendemos que no podemos cumplir sus requisitos. Sabiendo que las personas no eran capaces de cumplir la Ley, Dios envió a su Hijo para enfrentar el problema del pecado de una vez por todas.

Pentecostés, era un día ajetreado en Jerusalén. Era una, de las tres veces al año, en que todos los hombres aptos físicamente, emprenderían viaje a Jerusalén. No obstante, el primer día de Pentecostés, después de la muerte de Jesús, sus seguidores estaban en la ciudad con una sensación de expectativa. Cincuenta días antes, los apóstoles habían celebrado la Pascua con Jesús, y Él les había dicho que se quedaran en la ciudad, «hasta que sean revestidos del poder de lo alto». Probablemente no lo comprendían del todo, pero esperaban la manifestación del poder del Espíritu Santo. 

Un grupo de creyentes (120), esperaban y oraban en el aposento alto. En la antigüedad, Moisés había subido al monte Sinaí para recibir la Ley, para mostrarle al pueblo cómo vivir; pero Jesús, ascendió al cielo para enviar al Espíritu, para empoderarlos para vivir. Lucas expresa lo que sucedió:

«Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos juntos en el mismo lugar. De repente, vino del cielo un ruido como el de una violenta ráfaga de viento y llenó toda la casa donde estaban reunidos. Se les aparecieron entonces unas lenguas como de fuego que se repartieron y se posaron sobre cada uno de ellos. Todos fueron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en diferentes lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse».

¿Quiénes estaban involucrados en este suceso? No eran uno o dos. No eran los de categorías superiores o inferiores. No eran solo los apóstoles. «Todos fueron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en diferentes lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse».

Las personas presentes estaban asombradas. Provenían de varias partes, y hablaban lenguajes diferentes. Esos 120 judíos sencillos, sin instrucción, «proclamaban las maravillas de Dios», en lenguas que nunca habían escuchado. Las lenguas, que Lucas describe en este suceso, corresponden con la naturaleza de las lenguas que describe Pablo en su primera carta a los corintios. Los 120, proclamaban alabanza a Dios, no predicación. La palabra de convicción vino de Pedro. Su mensaje fue una poderosa mezcla de ley y amor, de juicio y gracia, de advertencia e invitación. Al instante, tres mil personas confiaron en Jesús. Ellos eran las primicias que se ofrecían a Dios en el día de Pentecostés.