Indescriptible: Un viaje de 7 días sobre Dios y la cienciaEjemplo

MÁS RÁPIDO QUE LA VELOCIDAD DE LA LUZ

¿Alguna vez has deseado haber estado allí para ver cuando Dios creó el mundo? Quiero decir, ¿cuán asombroso habría sido ver cómo Él lo hizo todo?

Hubiese sido impresionante y sobrecogedor. ¿Por qué? Porque cuando Dios dijo, "¡Sea la luz!" no fue solo que se encendió el interruptor del universo. ¡Oh no! Esto fue más que una explosión de luz que pudo haber sido mucho más de lo que tus ojos pudiesen manejar.

La Biblia nos dice en el Salmo 33:6 que los cielos fueron hechos por la palabra de Dios. Él espiró el universo y todo lo que hay en él. Así que cuando Dios dijo que quría luz—¡esa luz llegó volando de Su boca a 300.000 kilómetros por segundo! Así de rápido viaja la luz, por ello lo llamamos "velocidad de la luz". La luz de Dios atravesó los cielos, hizo retroceder las tinieblas, e iluminó el universo entero en un brillante resplandor de gloria.

Solo un objeto puede moverse más rápido que la velocidad de la luz—y eso es la velocidad de Dios. Cuando llamas a Dios en oración, Él está instantáneamente allí para escuchar—y Él empieza a trabajar en su respuesta enseguida. Aún así, puede que Dios no te dé la respuesta enseguida. A veces Él te pide que esperes, o a veces puede no darte la respuesta que quieres, pero puedes confiar en que Dios siempre te dará la respuesta exacta y correcta—en el momento correcto y de manera correcta. ¡Siempre está trabajando más rápido que la velocidad de la luz!

¡Asómbrate!

El universo de Dios es tan grande que no puede ser medido en centímetros, metros ni kilómetros. Tenemos que usar una medida más grande: el año-luz. Un año luz es—lo adivinaste—lo rápido que viaja la luz en un año, lo que es 9.5 trillones de kilómetros. Nuestra propia Galaxia, la Vía Láctea mide 100.000 años-luz de ancho, ¡y esa es solo una galaxia de las billones que nuestro poderoso Dios creó!

Oración

Dios, no puedo ni siquiera imaginar qué tan rápida es la luz, y saber que escuchas mi oración aun más rápido me asombra. ¡Gracias, Dios, por correr para escucharme!