El amorMuestra

Día 1: ¿Quién amó primero?

Para los hijos de Dios, todos los días son una celebración al amor. Este amor que forma parte esencial del carácter divino y, por lo tanto, de sus hijos creados a su imagen y dirigidos por el Espíritu Santo. Este amor no se afirma solamente con palabras, sino que se demuestra con acciones. Dios nos demuestra Su amor constantemente y de muchas maneras, pero lo hizo magistralmente a través de Cristo. Juan nos habla de la naturaleza del amor y su origen. Señala que el amor no es algo que podamos crear nosotros mismos, sino que viene directamente de Dios. Juan nos presenta la idea de que el amor nos es dado por Dios y también nos muestra que la expresión máxima de Su amor se encuentra en el hecho de que Dios envió a Su Hijo como propiciación por nuestros pecados.

El amor expresado por Dios es auténtico, puro y verdadero; el amor no se origina en nosotros mismos, sino en Dios. Él es la fuente de todo amor. El amor no es solo una emoción o sentimiento, sino que tiene una expresión concreta en la obra de Jesucristo, en la cruz del calvario. Dios amó al mundo de tal manera que envió a Su Hijo a morir en nuestro lugar.

Es importante tomar unos minutos para pensar: ¡el amor de Dios es hermoso y salvador! Nos muestra que no importa lo malo que hemos sido, Dios nos ama lo suficiente como para enviar a Su Hijo a morir por nosotros. Muestra que el amor no es algo que podamos crear nosotros mismos, sino que viene directamente de Dios. Es una realidad que no hay nada que podamos hacer para ganar el amor de Dios; es algo que Él nos da libremente.

Descubrimos esta gran y hermosa promesa de un amor que no se mide por nuestras acciones, sino que fluye incondicionalmente de Dios hacia nosotros. Este amor nos invita a abrir nuestros corazones y a transformar nuestras vidas caminando por y para Él, mostrándonos que somos dignos de ser amados porque Él nos amó primero. ¡No te rindas!

ORACIÓN

Amado Dios, gracias por tu palabra que nos da vida abundantemente, porque la dejaste para guiarnos a toda justicia y verdad, y en ella encontramos tantas evidencias de cómo sin nosotros merecerlo, tú nos amaste primero. Hoy, una vez más, nos recuerdas cómo tu gran amor está presente en cada segundo de nuestras vidas. Por lo tanto, debo aprender a vivir más cercano a ti, amado Padre. Mi mayor interés en este día es aprender a amarte más como tú me amas. Despierta en mí este deseo en mi corazón por buscarte, mi amado Dios. ¡Amén!