Dar Y RecibirMuestra

¿Alguna vez has abierto una botella de leche vieja? Tan solo el olor es suficiente para hacerte vomitar, ¿verdad? La amargura en nuestro corazón es similar. Cuanto más tiempo lo guardamos, más se pudre. Cuando no perdonamos, esencialmente estamos dejando que esa amargura crezca dentro de nosotros. Con el tiempo, encuentra la manera de afectar todo lo que hacemos. ¿Cuál es la buena noticia? Que tenemos una elección. Podemos elegir deshacernos de esa amargura y llenarnos de algo mejor. El perdón no consiste en olvidar lo sucedido, sino en no permitir que aquello nos defina ni controle nuestras acciones. Se trata de romper el ciclo de dolor en lugar de perpetuarlo.

Hoy, pregúntate: «¿Qué amargura estoy guardando y de la que necesito deshacerme?». Pídele a Dios que te ayude a avanzar hacia el perdón en esa área específica de tu vida.