Quinta Palabra

GOZO

Pero el ángel les dijo: No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor (Lucas 2:10-11).

En la mitad de una frase, vemos tres títulos claves atribuidos a este recién nacido: “Salvador, Cristo y Señor".

Esta proclamación que un día traerá gozo al mundo ya tiene al cielo regocijándose. Apenas salen las palabras de la boca del ángel, estalla un coro de alabanza angelical: "Y de repente apareció con el ángel una multitud de las huestes celestiales, que alababan a Dios y decían: ¡Gloria a Dios en las alturas, Y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!" (Lucas 2:13-14).

No sólo se ha pronunciado la quinta palabra del nacimiento, sino que se ha demostrado en el el gozo, el gran regocijo de los ángeles. Exploremos el gozo.

¿Qué es eso que se llama gozo… “gran gozo”… de la que habló el ángel? ¿Y en qué se diferencia de la tercera palabra del nacimiento, bendito, que, como descubrimos, significa feliz?

La felicidad es agradable. Sin duda, preferiría tener más en mi vida que menos. Pero el gozo es más profundo. El gozo es más fuerte. Brota de las partes más profundas nuestras hacia el exterior y en función de nuestras circunstancias ocultas.

Una de las grandes cosas del gozo es que no depende de cuándo o cuánto se haya evaporado la "alegría" nuestra.

Cuando mi hija era todavía muy pequeña y justo cuando se acercaban los últimos meses del año, un problema en la nómina de la compañía para la que trabajaba mi esposo hizo que nuestras finanzas se fueran evaporándomelo en cercanía a las fechas navideñas.

Estábamos ante lo que una vieja canción de Dolly Parton llama una "Navidad de caramelos duros". Se trata de una Navidad en la que la familia no puede permitirse poner mucho más en las medias de los niños que unos pocos caramelos duros.

No es de sorprender que eso molestara. Los corazones de unos buenos padres pueden llegar a entristecerse profundamente por no poder llegar a ser capaces de bendecir a sus hijos con buenos regalos en la navidad. Llevé esa tristeza a mi siguiente momento de tranquilidad con Dios. Sospecho que estaba cargando con algún resentimiento reprimido contra Dios y, como resultado, estaba simplemente haciendo lo que tenía que hacer dejarlo todo en sus manos.

Nuestro maravilloso Padre Celestial, que nos conoce mejor que nosotros mismos, me lo pidió. Escuché su voz familiar que decía: "¿Por qué no lo dices, hija?".

"Está bien, Padre. Estoy enojada contigo".

"Lo sé. ¿Por qué estás enojada conmigo?".

"Bueno, porque no tenemos dinero para Navidad, y obviamente a Ti ni siquiera te importa. Por eso estoy enojada contigo".

"Entonces, ¿qué significa eso de que no tienes dinero para Navidad'?". "Sabes lo que significa, Señor", dije. "¡No vamos a poder tener Navidad este año!".

¿Alguna vez has dicho algo y te has arrepentido al instante de que salió de tu boca? Esta fue una de esas veces para mí. Con suavidad pero con firmeza, la voz interior del Señor dijo: "¿En serio? ¿No vas a poder tener Navidad porque no tienes dinero?

¿No podrás celebrar y regocijarte en Mí por falta de dinero? Hmm. Entonces, ¿me estás diciendo que tu saldo bancario determina tu nivel de gozo? ¿Es eso lo que estás diciendo, hija?".

Uhhhh, ya así no, dije, haciendo una rápida aclaración. ¿Por qué? Porque Jesús significa tener no sólo una alegría sino un gozo, un gran gozo profundo y duradero.

"...Les traigo buenas nuevas de gran gozo" dijo el ángel (Lucas 2:10).