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La Viuda, El Fariseo Y El Publicano: ¿Cómo Oramos?Muestra

La Viuda, El Fariseo Y El Publicano: ¿Cómo Oramos?

DÍA 3 DE 3

Señor aquí estoy, necesito de ti

Lo primero que salta para mi es que el publicano no se comparaba. No decía: Señor perdóname porque no soy como este fariseo perfecto, tampoco pedía “quiero ser como él o como ella”. Una vez más, quien se compara con el otro ignora que solo Dios conoce al otro, nuestras percepciones siempre son incompletas. El publicano no tomo la ruta de la comparación, sino la de la entrega ante el Dios que nos conoce y no se equivoca.

El publicano se miraba ante Dios y decía: Dios mío aquí estoy yo, con mis pecados y con todo mi ser, cúbreme con tu perdón, con tu bondad y misericordia. Reflexionando sobre la palabra “propiciación” del griego antiguo hilaskomai que se usa en este texto y en hebreos 2.17 cuando se refiere al sacrificio expiatorio de Jesús; Podemos percibir que se trata de un tipo de entrega donde te abandonas totalmente al otro. Este publicano no se entregaba para salvar a la humanidad como Jesús, este hombre se entregaba completamente a Dios para ser salvado. Una entrega para ser cubierto por el Padre, una ofrenda con sus claros y oscuros, consciente de sus limitaciones, él no se justificaba o comparaba con otros, él sencillamente se entregaba y pedía ser cubierto y reconciliarse con Dios. En otras versiones se lee que el publicano le decía a Dios: reconcíliame contigo. Quien se reconcilia va más allá del arrepentimiento y el perdón, encuentra comunión.

Hay grandeza en la humildad de reconocernos tal cual somos delante de Dios porque podemos escuchar decirle a Él quiénes realmente somos para Él, más allá de lo estropeada que esté nuestra vida. Al entregarnos así, descubrimos el abrazo de un Dios que te levanta. Me fascina que Lucas inmediatamente después de esto cuente la historia de los niños que fueron alzados en brazos por Jesús. Dios nos dice que quien se humilla será enaltecido, pero quien se entrega completamente a los brazos del padre no lo hace porque te va a levantar, tampoco lo hace para ser exhibido en una vitrina como modelos para que otros se comparen. Sencillamente descubre que no hay mejor y mayor honra en ser abrazado y abrazar al padre, Dios mismo me mira, me reconoce y me abraza. Que él te enaltezca es bueno, pero que te abrace es el todo.

Dios queremos entregarnos a ti como este hombre se entregó, se propició a nosotros.

Día 2

Acerca de este Plan

La Viuda, El Fariseo Y El Publicano: ¿Cómo Oramos?

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