La Belleza Del PresenteMuestra

El día de hoy y el de mañana

Cada día trae su propio afán, estas son palabras de Jesús. Las escuchamos y no tenemos ninguna duda de que las cosas sean así como Él dijo. Los quehaceres del día, independientemente, del lugar en que estemos, de cuáles sean nuestras circunstancias o de quiénes seamos, son parte inherente a la vida misma.

Las preocupaciones, los deberes y las responsabilidades que tenemos pueden ejercer sobre nosotros una fuerza que provoque ansiedad y que nos haga sentir agobiados. Jesús lo sabía, Él lo sabe todo. Por eso nos dio un consejo que nos ayuda a lidiar con el afán. “No os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán" (Mt. 6:34). Jesús nos está diciendo que cada día requiere de nosotros que lo enfrentemos y que actuemos en base a cuál sea la situación que tengamos en el día. Es lo que nos corresponde. Lo que no es bueno es añadir el peso que pueda traer un día que aún no ha llegado.

Eso me recuerda la escena de una obra teatral que leí hace tiempo titulada Las aceitunas. En la casa de una familia se desarrolló un conflicto muy interesante. Padre y madre discutían con su hija sobre cómo ésta iba a vender en la plaza las grandes aceitunas que ellos producirían. En la discusión de ambos padres, la hija iba de un lado al otro halada por sus brazos según cada padre esgrimía sus argumentos.

Lo interesante es que toda la discusión, que estaba basada en el precio de venta, era una solemne locura porque las aceitunas de las que se hablaba aún no habían sido sembradas. El lector, o el público que contempla la obra teatral, se ríe porque se da cuenta de lo vana e insensata que es la discusión que se da entre los personajes. ¿Pero no es esto mismo lo que les sucede a muchos?

Hay personas que cargan sobre ellos el afán del día que están viviendo y al mismo tiempo llevan sobre sí asuntos que están aún por venir o lo que es peor, asuntos que no llegarán. Entonces, el afán del día que sí está delante de ellos recibe una extensión en el tiempo para traer preocupaciones de días que no han llegado y que, en el peor de los casos, provoca una ansiedad que no les ayuda a lidiar con sus asuntos presentes.

Mejor es que escuchemos el consejo de Jesús y que no nos afanemos por el día de mañana. Nuestro amado Salvador nos ha dado la clave para evitar el estado de desasosiego y preocupación que nos produce la mala costumbre de adelantarnos a nuestro presente.

“Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal” (Mt. 6:34).