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El Cordero de Dios que quita el pecado

Cuando Juan el Bautista vio a Jesús, lo llamó "el Cordero de Dios", haciendo referencia a la antigua tradición judía de sacrificar un cordero puro como expiación por los pecados del pueblo. En el Antiguo Testamento, los sacrificios animales se realizaban regularmente, pero eran solo temporales. Jesús vino como el Cordero perfecto, ofreciendo Su vida una vez y para siempre, para quitar el pecado del mundo.

El pecado separa al ser humano de Dios, pero a través de la sangre de Jesús, el Cordero de Dios, ese pecado es eliminado. Esta sangre no solo cubre los pecados, sino que los quita completamente, permitiendo que las personas sean reconciliadas con Dios.

Imagina un pizarrón lleno de marcas y errores. Cada uno representa nuestros pecados y fallos. La sangre de Jesús es como un borrador perfecto que limpia el pizarrón, dejándolo completamente blanco, dándonos una nueva oportunidad.

Oración:
Señor, gracias por enviar a tu Hijo Jesús como el Cordero que quita el pecado del mundo. Ayúdame a comprender la profundidad de Su sacrificio. Hoy pido que me perdones y limpies con su sangre todos mis pecados y confieso a Jesucristo como Señor y Salvador de toda mi vida; Espíritu Santo te recibo en mi corazón, amén

Acción práctica:
Reflexiona hoy sobre el significado del sacrificio de Jesús. ¿Qué áreas de tu vida necesitan ser limpiadas por Su sangre?