¡Victoriosos!Muestra

Más que vencedores

En la Palabra de Dios encontramos muchos pasajes que enfatizan la victoria que Jesús alcanzó en la cruz para nosotros, los que hemos creído en Su sacrificio redentor. Por tanto, creo que es necesario que no sólo lo sepamos, sino que también lo internalicemos de tal manera que entendamos lo que esto significa para nuestra propia victoria.

Primero debemos saber, sobre qué somos victoriosos, para que vivamos libres y confiados en medio de este mundo asentado en las tinieblas. Jesús llevó en la cruz nuestros pecados y de esta manera nos libertó de la esclavitud del pecado. Crucificados juntamente con Él fuimos justificados porque la condenación que nos correspondía Él la tomó sobre sí.

Por eso, el apóstol Pablo dijo: “Así que, como por la transgresión de uno (Adán) vino la condenación a todos los hombres, de la misma manera por la justicia de uno (Cristo) vino a todos los hombres la justificación de vida" (Rom. 5:18).

¿Qué debemos entender por esa justificación? Lo que, con gran sabiduría, concluyó el apóstol Pablo, “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu” (Rom. 8:1).

La culpa fue quitada de nosotros y ya no estamos condenados. Jesús nos libertó del poder de la carne, del pecado y del mundo. Estos no se enseñorean de nosotros porque fueron vencidos por Cristo en la cruz. Esta es una verdad maravillosa acerca de nuestra liberación de todas esas cosas, estas van perdiendo su poder a medida que nuestro entendimiento se va renovando y nos vamos concientizando cada día de la victoria alcanzada por Cristo.

Dicho de otro modo, este mundo ya no nos deslumbra ni nos engaña con “los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida” que no provienen del Padre, sino del mundo (1 Jn. 2:16).

La importancia que tiene el que los creyentes estemos conscientes de que Cristo nos liberó del poder del mundo, de la carne y del pecado es que podamos nosotros también sabernos victoriosos en Cristo. Y para ello necesitamos ir a la Palabra de Dios, donde recibimos el consejo divino y nos son reveladas las verdades gloriosas de la gracia.

Es triste ver como algunos hermanos viven en un continuo sube y baja. Unas veces arriba como triunfadores y otras veces abajo como perdedores. Sus vidas parecen estar flotando en un mar de olas que les llevan de lado a lado según lo determine el viento. No hablo de las aflicciones de la vida sino de una falta de consistencia en aborrecer al mundo y sus deseos.