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¿Dónde quiere Dios que esté?

Los humanos tendemos a querer dejar huellas para que perduren en el tiempo cuando ya no estemos, es una especie de necesidad de darle significado a nuestra vida. La cuestión es: ¿dónde?

Lo curioso es que, en muchas ocasiones, puede costar demasiado encontrarlo. De repente, nos vemos trabajando en algo que nos da sustento pero que no nos apasiona, haciendo actividades solo por imitación y sirviendo en la iglesia simplemente para encajar o porque alguien nos dijo que debemos hacerlo, pero sentimos que nada de todo esto nos mueve la aguja del destino para dejar una huella y encontrar significado.

Es como si hasta las buenas acciones se sintieran vacías.

Algunos buscan el propósito en los negocios, otros en alguna de las muchas variantes de las artes o los deportes, en los viajes, en las relaciones, pero aun así no lo encuentran.

Y, créeme, es absolutamente lógico sentirse así.

Porque el propósito para el que nacimos no radica en lo que hacemos, sino en el motivo por el que hacemos las cosas.

En Marcos 3:14 vemos que, antes de enviar a los discípulos a hacer cosas y darles un título apostólico, Jesús los llamó a que estuvieran con él. Y en Juan 14:3, lo vemos anunciando su partida con el fin de volvernos a buscar para que estemos juntos por la eternidad.

Si lo primero a lo que llama es a estar con Él y lo último que hará es llevarnos con Él, ¿no será esa la clave para sentirnos completos? ¿No serán nuestros hechos con mayor significado la consecuencia de estar con Él?