Rey De CorazonesMuestra

La entrada en escena de David en la historia bíblica de Israel, ocurre bajo la atmósfera del fracaso de Saúl. Dios no iba a dejar a su pueblo sin un líder ungido que los guiara, de manera que preparó al joven David para ocupar el papel de rey.

Dios exhortó al profeta Samuel a dejar de lamentarse por el fracaso de Saúl como rey, y a ir en busca del próximo ungido de Jehová. Pero el profeta debía ser cauteloso si no quería llamar la atención del todavía monarca de Israel, cuyo corazón ya había sido ensombrecido. En lo que podríamos denominar una misión secreta, Samuel se dirige a Belén a buscar a ese hijo de Isaí, sobre el cual Dios ya había fijado su mirada, y a quien había preparado en su interior para ser el gran rey que llegó a ser. Después de Isaí presentar a todos sus hijos, excepto al menor, Samuel escucha la voz de Dios escogiendo, quizá, al último de los hermanos en quien él se habría fijado: David. Pero el profeta era fiel a todo cuanto el Señor le indicaba, y así lo hizo, ungiendo a David en la intimidad de su familia, y para el asombro de todos.

Sin embargo, pasaron muchos años desde ese momento hasta que David por fin llegaría al trono de toda Israel: David como paje de armas de Saúl, después como su jefe de la guardia, más tarde y tras muchos triunfos que levantaron ampollas en Saúl, este lo persiguió para matarle convirtiendo a David en un prófugo. Pero no fue hasta la muerte de Saúl, a causa de la victoria de los filisteos, que David no llegó por fin a reinar (a sus 30 años de edad aproximadamente), primero en Judá durante unos siete años, y después en toda la nación por unos treinta y tres años aproximadamente.

La llegada al trono de David, por lo tanto, fue algo más compleja que la de Saúl, y sin duda que la de su hijo Salomón. Hubo un extenso periodo de tiempo desde que el joven David es ungido como rey de Israel por el profeta Samuel y según el designio de Dios, hasta que tiene lugar la reunificación de Israel y es declarado rey por todas las tribus. Una vez que David fue coronado rey sobre todo Israel, convirtió Jerusalén en la capital, haciéndola el centro político y religioso de la nación. Esta sabia decisión trajo unidad y prosperidad a todo Israel, recibiendo, además, el reconocimiento de las naciones y los pueblos vecinos.

David fue el plan B de Dios para Israel. No era mejor que Saúl, era distinto. Su contexto, procedencia y personalidad eran diferentes. Y sabiendo Dios lo que le esperaba a Saúl, fue preparando a alguien que no cumplía con las expectativas del pueblo, al menos no aparentemente, pero que tenía un corazón dispuesto a ser moldeado por Dios.