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«El principio de la doble habitación»

Es de vital importancia ser entendido en este tema, pues Él habita en nosotros y nosotros habitamos en Él. Para una persona común sin Cristo, esto es literalmente imposible, pues este principio no es metafórico sino totalmente real. Ningún ser humano puede producir un hecho tan poderoso como este, de ahí, que hoy podamos entender la declaración de el Señor, respecto a Juan el Bautista en el sentido, que de los nacidos de mujer no había habido nadie más importante que Juan.  Pero que cualquiera, por más pequeño que fuera, que hubiera nacido en el reino, era superior a Juan. Esta verdad está basada en la resurrección de Cristo y su impartición en nosotros. Somos participes de su misma naturaleza, y entonces, somos compatibles para vivir en Él y Él vivir en nosotros, así como poder ser habitantes de su reino.

Este principio nos permite entender, que ahora somos espíritus renacidos, unidos a Él y que, al igual que la dinámica que se produce en un cuerpo, cada célula disfruta la vida del cuerpo al que pertenece. Esta es la razón, por la que somos lo que Él es, tenemos acceso a lo que Él tiene y participamos de la herencia a la que Él tiene derecho. Por el hecho de ser uno con Él, somos exhortados a no separar nuestra identidad de Él jamás; operar en nuestra propia sabiduría, justicia o fuerza, no se compara en lo más mínimo a vivir en sus capacidades, y no solo eso, al entender que su obra en la cruz quedó consumada, los hijos de Dios ya no tenemos promesas, sino derechos legales sobre lo que antes de la cruz eran promesas para los justos. ¡Qué gloriosa nuestra realidad espiritual y legal por vivir en Él!

De este día en adelante, no te vuelvas a ver separado de Él, porque, como lo declara la Escritura, el que se une al Señor un espíritu es con Él. Al no entender esta verdad, corremos el riesgo de separarnos mentalmente de Él y no disfrutar lo que ya debemos vivir, por el hecho de vivir en Él.

Amado Señor, te agradecemos profundamente porque al vivir unido a ti, ninguna cosa creada nos pueden separar,  por causa de tu perfecta obra que, inspirada en tu amor incondicional, nos ha hecho hijos y si hijos, también herederos.